La teoría de Delilah 1.5



Rebecca decidió no pensar. Alejarse de ella misma, de suposiciones, de periódicos y de todo lo que había hecho a lo largo de su vida. No tenía un plan predeterminado, pero sí la conciencia de que debía hacerlo. Se retocó los labios con el lápiz rosa, apretó y separó los labios un par de veces para fijar mejor el color y salió del baño.
Tuvo una mañana muy ajetreada, los seres enfermos estaban más exigentes que nunca. Estaba a punto de cumplir su turno y la madre de Delilah aún no había aparecido, estaba segura. No había pensado en toda la mañana, su mente estaba totalmente congelada, ni siquiera había ido a ver a la niña, que estaba en otra habitación esperando a su madre con el médico residente.
Cerca de las dos y media de la tarde, llegó. Sus pasos retumbaban y se tambaleaban sobre los tacones, terminó de poner la inyección a un señor anciano y se asomó al pasillo. Llevaba el pelo sucio, iba sin abrigo aunque en la calle había dos grados positivos y tenía las manos manchadas, como si hubiera estado trabajando con tierra.
- Rebecca- el médico residente salió de la salita de espera con la niña en brazos, Delilah abrió sus brazos para estar con Rebecca, la echaba de menos.- Quiero que estés conmigo cuando entreguemos a la niña. El abogado está en otra habitación, pero no puedo hacer esto solo.- Sus ojos verdes suplicaban.
- Voy con ella al baño, mira qué pintas.- dijo fríamente sin mirar a Delilah.
- No tardes- La niña empezaba a hacer pucheros y a mover las manitas.
- Señora.- Rebecca se acercó a ella con su mejor sonrisa.
- Suéltame, vengo a por mi hija.
- Sé a lo que viene, pero no querrá que la vean así. Venga conmigo.- Hablaba suavemente mientras la cogía del brazo y la arrastraba al baño, cerró con el seguro nada más pasar.



- Joder qué cara- La "madre" empezó a reír ruidosamente.- Ahora con el dinero de Delilah podré vestir bien, como las de la tele...
Rebecca, detrás de ella, ya sabía lo que iba a pasar en los próximos minutos. ¿Tendría la fuerza suficiente o fallaría? ¿Se apropiarían de ella sentimientos, posibilidades? ¿Y si Delilah sería feliz con ella? No hay tiempo, Rebecca, así que piensa rápido y actúa. O abre la puerta y que se lleve a Delilah, tú mientras enciérrate en el baño y que la niña no te vea. Con suerte en un año no se acordará de tí. Si no ha muerto.
- ¿Quiere usar mi barra de labios?- preguntó Rebecca amablemente.- Yo la pintaré, también me gustaría ser maquilladora.- Se acercó a ella.
- Rápido, no quiero que pregunten por mí o que piensen que me estoy pinchando, eso lo haré mañana, la niña  no me importa. Me pincharé sin ser una puta ni hacer mamadas por una raya.- No se le entendía al hablar.
Rebecca cerró los ojos y con el labial en la mano, con la otra mano agarró el cuello enervado y enjuto de la mujer. Parecía de papel, estaba muy arrugado. Tiró el labial al suelo y apretó con las dos manos. No gritaba, gracias al cielo.
Apretó y apretó, vio a Delilah sola, llorando en una casa vacía y sin comida, y apretó más fuerte. La mujer empezó a mover las piernas y a intentar arañarla en los brazos, pero no llegó.
Estaba muerta.
Por todos los dioses, Rebecca ha matado a una persona.
Soltó como soltaría una bolsa pesada de la compra y la mujer cayó al suelo con un ruido sordo. Estaba más pálida que cuando la vio entrar al hospital, y con los ojos cerrados también.
Ya estaba hecho.
¿Cuánto había durado? Un minuto y medio o algo así. Más o menos.
Ahora corre. Avisa al médico residente, grita por el hospital, llama a la policía.
Se guardó el labial en el bolsillo de la bata blanca y quitó el cerrojo.
No sin antes, espera...
Todavía no.
No sin antes abrir el bolso de la mujer, sacar una jeringa medio rota y seguramente usada, dejarla al lado del cadáver (cadáver, Rebecca, sí, es un cadáver) y levantarle la manga de la fina camiseta rosa de lycra que llevaba.
Entonces sí.
Rebecca salió corriendo por el pasillo y paró a uno de los cirujanos que pasaba por allí.
- Por favor, venga por aquí...- le dijo agobiada, su voz temblaba.

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