Fábula de Buda

Este trozo de historia lo acabo de encontrar en plena limpieza, ya que en todas las habitaciones tengo libros míos, o cuadernos, en este caso. No sé el título y la fábula no es excesivamente buena, pero quería escribir para despedir este mes de Mayo.

"Buda se disponía a regresar al palacio de su padre tras doce años de vagar por los bosques, hasta llegar al regocijo supremo. Se había iluminado. Y lo primero que recordó al descubrir la verdad fue que tenía que volver al palacio para comunicar la buena noticia a su mujer, su hijo y su anciano padre. Al llegar, su padre lo recibió tremendamente enojado:
- Soy un anciano y estos doce años han sido una tortura. Tú eres mi único hijo y he intentado seguir vivo hasta que regresaras. Has cometido un pecado contra mí, pero te perdono y te abro las puertas.
Buda rió y dijo:
- Padre, date cuenta de con quién hablas. El hombre que dejó el palacio murió hace mucho tiempo. Yo soy otra persona.
Entonces su padre se enojó todavía más. Recordaba a su hijo con la identidad de príncipe, aunque esa identidad ya no estaba ahí. De hecho, Buda dejó el palacio para conocerse a sí mismo tal y como era. No quería distraerse con lo que otros esperaban de él. Pero su padre...
- ¿Quieres engañarme? ¡Te conozco mejor de lo que nadie te pueda conocer, soy tu padre!
-¡Ahora estás aquí! ¡Hazte cargo del palacio, sé el rey!
- No, padre, lo siento...
El enojo del padre se transformó en dolor:
- Te he esperado durante todos estos años y hoy me dices que no eres el que fuiste, que te has iluminado. Respóndeme: sea lo que sea que has aprendido por el mundo, ¿no hubiera sido posible aprenderlo aquí, entre tu gente?
Buda respondió:
- La verdad está tanto aquí como allí. Pero hubiera sido muy difícil para mí descubrirla aquí, porque me encontraba perdido en la identidad de príncipe, de marido. No fue el palacio lo que abandoné, sólo me alejé de la prisión que era, para mí, mi propia identidad."

MORALEJA: Para descubrir la propia identidad hay que darse cuenta de la persona que tú eres, sin lo que ven o quisieran ver en tí los demás, sin comparaciones ni condicionamientos, única, diferente y trascendente, eres tú.

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