Fragmento actual de Los Miserables

Estoy inmersa todavía en la lectura de Los Miserables, pero es época de exámenes y está un poquito parado ahora. Sin embargo, hace un par de días leí un fragmento que me pareció que estuviera escrito ayer mismo, por alguien con una visión más amplia que mucha gente que vive en 2013:

"La terquedad que manifiestan en perpetuarse las instituciones envejecidas se parece a la obstinación del perfume rancio que quisiera enbalsamar nuestros cabellos, a la pretensión del pescado podrido que quisiera ocupar un buen lugar en la mesa, a la persecución de las mantillas del niño que quiseran vestir al hombre; a la ternura de los cadáveres que volvieran para abrazar a los vivos.
"¡Ingratos!- dicen las mantillas-. Os he protegido contra el mal tiempo. ¿Por qué no os servís de nosotras?" "Vengo del mar."- dice el pescado.- "He sido una rosa"- dice el perfume- "Os he amado"- dice el cadáver. "Os he civilizado"- dice el convento.
A todo esto no hay más que una respuesta: sí, en otros tiempos.

Pensar en la prolongación indefinida de las cosas que han muerto, y en el gobierno de los hombres por embalsamamiento; restaurar los principios antiguos en mal estado; dorar de nuevo las urnas; blanquear los claustros; volver a bendecir los relicarios; reamueblar las supersticiones; dar alimento al fanatismo; echar mango a los hisopos y a los sables; reconstituir el monaquismo y el militarismo; creer en la salvación de la sociedad por medio de la multiplicación de los parásitos; imponer lo pasado a lo presente, son cosas muy extrañas. Y hay, sin embargo, teóricos que sostienen estas teorías. Estos teóricos, hombres de talento por otro lado, tienen un sistema muy sencillo. Aplican a lo pasado un barniz que llaman orden social, derecho divino, moral, familia, respeto a los antepasados, antigua autoridad, santa tradición, legitimidad, religión, y van gritando: "¡Mirad esto, hombres honrados!". Esta lógica era ya conocida de los antiguos. Los arúspices la practicaban. Frotaban con greda blanca una ternera negra, y decían: "Es blanca."
En cuanto a nosotros, respetamos en ciertos puntos y perdonamos en todo a lo pasado, con tal que consienta en estar muerto. Si quiere vivir, lo atacamos y tratamos de matarlo.
Supersticiones, hipocresía, devoción fingida, preocupaciones; estas larvas, por más larvas que sean, quieren vivir tenazmente, tienen uñas y dientes en su sombra y es preciso destruirlas cuerpo a cuerpo, y hacerles la guerra sin tregua, porque una de las fatalidades de la humanidad es vivir condenada a la lucha eterna con fantasmas. Es muy difícil coger a la sombra por el cuello y derribarla."

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