Miedo



-         Entonces, ¿qué es el miedo?- preguntó Rebeca a su padre
-         Pues… es un monstruo que… si lo encierras, no te puede encontrar.- dijo Daniel, su padre, pensando a su vez que vaya preguntas hacía la niña.
-         Entonces, ¿ahora mismo el miedo está encerrado?
-         Sí… está… aquí.- Su padre se levantó de la cama de la niña y se acercó a un cajón de la cómoda que no abría bien.- Nunca sale de aquí, así que nunca te va a hacer daño, cariño.

Rebeca se conformó y creció siendo una niña sin miedo. No temía a los niños mayores, ni a las visitas al dentista ni al hombre del saco. Tampoco pensaba en el miedo porque éste, simplemente, no estaba.
A los trece años suspendió su primer examen. Los chicos de su clase se rieron de ella porque fue un examen fácil y Rebeca siempre había sido muy lista.
Esa noche, aunque ella no lo notó, el cajón de la cómoda se abrió un poquito y una pequeña mano oscura salió desde dentro.
El sábado por la tarde fue ilusionada a casa de Marina, una amiga suya que cumplía años, con su regalo envuelto. Cuando le abrieron la puerta, dos maquilladoras estaban en el salón explicándoles unas cosas raras a sus amigas, que estaban atentas y sin moverse del sofá.
Rebeca las imitó y pasaron horas en las que las chicas las maquillaron, les hicieron peinados extraños y les pusieron zapatos de tacón.
Al llegar a su casa, Rebeca se encerró y empezó a llorar. No eran lágrimas de una herida al caerse al suelo, ni de dolor de muelas, era otra cosa que ella no entendía. Mientras, el cajón de la cómoda se fue abriendo cada vez más. Al principio era sólo una sombra sin forma, pero se fue acercando a Rebeca hasta ponerse detrás de ella y empezar a copiarla. Cogió su altura, el color de su pelo, su ropa, sus pies. El miedo tocó el hombro de Rebeca y ésta se giró. Gritó. ¡Eran iguales! Su corazón latía fuerte mientras el miedo le decía cosas que ella no entendía. El miedo iba cogiendo fuerza hasta ser una persona completa, aunque no tenía brillo en los ojos. Al final, Rebeca no era más que una sombra, así que al miedo le resultó sencillo meterla en el cajón de la cómoda.

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