Olores



Sara coleccionaba velas. Mucha gente puede entenderla: hay velas de formas bonitas, que huelen toda la casa a ellas, que son asequibles a nuestros bolsillos... Pero la obsesión de Sara llegaba algo más lejos. No le gustaba ir al campo o a la floristería a oler las flores, porque se ensuciaba las manos y estornudaba, prefería encender una vela y olerla. No manchaba su cocina haciendo galletas, prefería encender una vela y que la casa oliera a galletas recién hechas.
Sara guardaba su colección en una estantería y las encendía según su estado de ánimo. Su obsesión era tal que evitaba el contacto físico porque el olor de la gente le repugnaba. Nadie iba nunca lo suficientemente limpio, ni olía a perfume caro, ni su ropa estaba recién lavada. Ella sí. Hasta ahora no se había preocupado de conocer a nadie en profundidad, visitar su casa, hacer el amor, todo porque sólo con pensar en los olores repugnantes que despedían las personas...
Una mañana paseaba por el centro de la ciudad pensando en ir a comprar algo para comer en casa, ya que su jefe por fin le había pagado. Pasó por delante de la puerta de un bar cuando salió de dentro un hombre. Tenía el pelo enmarañado, la barba sucia y olía a tabaco fuerte y a alcohol. Él sonrió a Sara mientras echaba a andar calle arriba. Ella, hipnotizada, lo siguió.Olía fatal. Entonces, ¿por qué lo seguía?
El hombre en cuestión se dio cuenta y sonrió más ampliamente, no con maldad, pero sí con curiosidad. Sara llegó a la misma altura que él y éste la besó. Fue un beso intenso, su boca sabía a tabaco, y Sara se mareó. Era el olor más fuerte que había soportado nunca, porque lo sentía dentro, pero ya no podía salir corriendo, ya no quería. El hombre seguía sonriendo y fueron a un callejón sin salida que quedaba entre dos tiendas.
A Sara se le cayó el bolso al suelo mientras olía el cabello del hombre con ansiedad, y después su cuello. Por más que se esforzara, no conseguía identificar ningún olor agradable en él. Pero el hombre fue más listo que ella y, aprovechando que Sara estaba con los ojos cerrados, recogió el bolso del suelo y salió corriendo calle arriba, dejándola aspirando el aroma de su sombra.

Comentarios