Ruido blanco




El ruido blanco es aquel que te aísla de todo e impide que pienses en otra cosa, por ejemplo, una radio buscando emisora o el sonido de fondo del tráfico. A muchos los pone de los nervios, claro, pero a otros les limpia la mente y hace que esta no se distraiga en cosas que tú no quieras que se distraiga.
Imagina que has nacido con ese “don”. Puedes silenciar el mundo cada vez que quieras.
Amanda nació así y la primera parte de su vida fue casi perfecta. No le costó trabajo estudiar, ni tener muchos y buenos amigos y trabajos bien pagados. Su nivel de concentración siempre era altísimo, sólo tenía que cerrar los ojos y sólo existía la tarea que tenía que hacer. Vivía muy tranquila.
Alguien la empujó a las vías del tren. No le pasó nada, por suerte, pero el hombre que la ayudó a salir de allí la acompañó al hospital para que le hicieran unas pruebas.
Escuchaba con nitidez los latidos del corazón de su acompañante, el motor de su coche, las luces de los semáforos cuando cambian de color. “Está todo perfecto, sólo ha sido un susto”, y la mandaron a casa.
Agradeció al señor que la había acompañado y entró en casa. Normalmente dejaba la televisión encendida para que su perro no se sintiera solo, pero ahora escuchaba la respiración de su perro, hasta las cámaras de televisión cuando cambiaban de plano. ¿Siempre había tanto escándalo en esa casa? El frigorífico, el ascensor que subía, el vecino de abajo jugando a la consola.
Amanda se tumbó, ya consciente de que todo el mundo vivía esos sonidos cada días a todas horas. Ya no podía aislarse. No va a ser difícil conseguir silencio, pensó. Buscó música relajante, pero por primera vez en su vida su mente habló. “Deberías haber invitado a ese hombre a un café, por lo menos”, “Vas a ir mañana a trabajar con unas ojeras…”, “Tengo que llevar al perro a que lo vacunen”, “¿Qué habrá sido de Ismael, estará bien?”.
Esas voces, su propia voz, la estaban trastornando. Se asomó a la ventana. “Ahí abajo sí que hay silencio”, y esa voz sonó horrible, envenenada. Callar esas voces para siempre, aunque sólo llevaba unos minutos escuchándolas, era muy tentador.
¿Se veía capaz de vivir entre gritos, sonidos estridentes, ruidos metálicos y las propias voces de su cabeza?

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