#1 Mareos






Llevaban cuatro años sin verse.
No es que estuviera las 24 horas del día pensando en él, pero la visitaba en sus sueños de vez en cuando. Simplemente, habían terminado las clases y cada uno había tirado por un sitio. No se habían dado los teléfonos y ambos cambiaban de nombre en las redes continuamente.
Esa noche María no tenía ganas de salir, como casi ninguna noche. Ya no le veía sentido a estar tiempo maquillándose, peinándose, eligiendo ropa y pensando en el dolor de pies del día siguiente. Porque las plantillas daban igual, no sabía andar en tacones y punto. Pero era verano, eran las fiestas del barrio y había que dejarse ver aunque fuera solo por un rato.
Mientras iba caminando con sus amigas veía a chicos y chicas muy jóvenes, muy arreglados y muy bebidos. Ella también había sido así, pero tendemos a olvidar muy pronto que hemos sido jóvenes y que todos hemos cometido las mismas tonterías. De todas formas, no se sentía amargada ni incómoda, unas horas fuera de casa y se acabó.
Estaban a mitad de la noche y ya iban por el segundo bar en el que paraban a tomar unas copas. Estaba bastante iluminado y hasta había padres con sus hijos sentados a unas mesas.
-          Es esto o el bar de los quinceañeros.
Y como tampoco les apetecía escuchar reggaetón ni compararse con las chicas más jóvenes, las que no tenían estrías y aguantaban toda la noche con zapatos altos, pues se quedaron allí.
El local se fue llenando y animando. María pensaba que desde allí ya iría a su casa directamente y se alegró un poco más. De vez en cuando tampoco está tan mal hacer vida social, pensó. Estaba mareada de beber y necesitaba ir al baño. Había una cola de varias mujeres por delante pero se levantó.
Miraba el móvil cuando una mano le pellizcó la nuca. Ya se volvía para dar un empujón al que le había hecho eso cuando lo vio. Antonio. Igual de alto (esto es quizá una tontería, el chico no había crecido en este tiempo), con el pelo más corto y con barba. La había reconocido y sonreía.
No atinó a decirle ni una palabra. Él ya la había agarrado por la cintura y le dio dos besos, preguntándole qué tal le iba la vida.
-          Pues… me contrataron al final.- dijo.
-          ¿Dónde?- Claro que él no sabía nada.
-          Pues en…- empezó. Una chica se le coló y pasó al baño. María ya no sabía ni qué hacía en la cola.
-          Estás igual. Me alegro de verte. Estoy de paso, no trabajo aquí, ¿sabes?
Empezó a contarle cosas de su vida, de sus amigos, sin parar de hablar. A María se le ocurrió que quizá podían salir a la calle. No recordaba muy bien su cara, pero ya se estaba poniendo nerviosa al estar tan cerca de él.
-          ¿Vamos fuera?.- Le soltó. En circunstancias normales no habría dicho tal cosa, pero el alcohol aligera la lengua y las ideas.
Salieron a la calle y se pusieron a hablar en una esquina. María empezó a contarle muy deprisa dónde trabajaba, qué había sido de la asignatura que suspendió y de la música que escuchaba ahora. Tan ensimismada estaba hablando, que no notó que Antonio se acercaba más. Cuando la conoció, se quedó con las ganas de compartir con ella algo más que las clases, pero por aquel entonces María tenía novio.
Ahora no sabía si lo tenía o no. Sus amigos lo esperaban en el bar de al lado y tenía que irse en unos minutos. Aprovechó la ocasión y la besó.
María se quedó impactada. ¿Qué estaba haciendo? La cabeza le daba vueltas y el corazón brincos. Disfrutó del beso sin pensar que estaba en una calle concurrida y llena de gente. Retomarían el contacto, estaba segura. Con lo conectados que estaban, ¿por qué no habían intentado encontrarse antes?
Antonio la miró y le dijo que se tenía que ir, María sacó su móvil rápidamente y le pidió el número. Se lo dio y por fin pudo sentarse en el suelo, ahora sí, mareada de verdad.


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