Sirena liberada

Ser la mayor de siete hermanas tiene más ventajas de las que parece a primera vista. Mientras tus padres están entretenidos enseñando a nadar a tu cuarta hermana, a hablar a la quinta y a no perderse a la segunda, tú ya tienes tu vida montada.

Aunque tu padre sea el rey Tritón.

Me llamo Attina y ya no vivo en ningún palacio. Me dedico a escribir para matar el tiempo entre pesca y pesca (real y metafórica). Este ¿cuaderno? lo esconderé debajo del coral que me sirve de cama y cuando lo encuentren dentro de muchos años (quizá) las letras se hayan borrado.

Soy consciente de que el mundo exterior conoce la historia de amor entre el príncipe Eric y la sirena Ariel. Cuando Ariel apenas empezaba a aletear, yo ya había conocido a varias decenas de hombres. Claro que yo siempre fui más discreta.

Solía subir a la superficie unos minutos después de ponerse el Sol, cuando los marineros aún estaban deslumbrados con el reflejo de la luz en el agua. Sonreía casi siempre al más joven (el más inexperto la mayoría de las veces) y éste se lanzaba al mar. Estábamos juntos unos días, los que podía mantenerlo con vida aquí abajo, y después lo dejaba en un lugar seguro.

Me enamoré dos veces. Pero jamás se me ocurrió comprometer este mundo con el exterior.

Aún me sorprende que Ariel no fuera más cuidadosa. Mi padre le gritaba enfurecido que no podía subir a la superficie, que era un humano y que no podía estar con él. Mientras, yo guardaba otro objeto del mundo exterior en un cajón. Mi padre jamás sospechó nada y no tuve tiempo de advertir a Ariel, tampoco creo que hubiera escuchado mis consejos. Siempre se creyó la mejor de todas nosotras.

Para resumir la historia, los hechos sucedieron así:

Me enteré que Ariel había entregado su voz a Úrsula cuando mi hermana ya estaba en la superficie, con unas piernas inútiles y totalmente muda. ¡Qué estúpida! Nuestro padre tiene más poder que Úrsula y podría haberle regalado unas piernas si se lo hubiese pedido. Pero no, ella se creía la primera sirena enamorada de un humano.

Un día me escapé a ver a Úrsula sin que mi padre se enterase. No sabíamos nada de Ariel, y yo sabía cosas acerca de los humanos, así que creía que Úrsula lo único que quería era información. Antes me pasé por el escondite donde tenía mi cajón con las cosas de los humanos: un tenedor, una botella de ron, un zapato sin cordones, una lata de conservas caducada. Aparte de otras cosas de las que no recordaba el nombre o me lo dijeron en un idioma que no entendí. Estaba todo, nadie se había llevado nada. 

Llegué y, decidida, pedí audiencia a Úrsula.  Me flanquearon dos anguilas de ojos pervertidos y sin brillo. La cueva donde se alojaban olía a pescado en descomposición, y susurros extraños salían de las sombras. Úrsula estaba sentada en su trono, esperando aburrida. A su manera, era bella entre tanta fealdad.

-         -  Attina.- me increpó.

Me sorprendí. No sabía que conocía mi nombre.

-         -  ¿Dónde está mi hermana?- un hilo de voz reemplazó a mi determinación de hace unos minutos.

-         -  Ay Ariel, Ariel, sólo le queda un día para formar parte de mi preciosa morada.- Su voz retumbó en la cueva.

- ¿Y ahora qué? Pensé. No podía acercarme a ella, las anguilas daban vueltas a mi alrededor. No tenía un plan ni sabía lo que…

-          - Tú ya has estado fuera, ¿no es cierto? Conoces a los hombres. No eres como tus hermanas, pareces más inteligente. Jugabas con los hombres y obedecías a tu padre al mismo tiempo. Subes, bajas, te comportas, vuelves a subir, los engañas, desapareces.

-          - Yo no…

-          - Es sencillo. ¿Qué sabes? ¿Qué quieren? ¿Has conocido a muchos?

-          - Sí.- logré contestar.

Las anguilas se colocaron a la entrada de la cueva, entrecerrando los ojos.

Úrsula bajó y se puso a mi altura. Arrogante, me dijo:

-          - Me ayudarás. Ahora estoy ocupada, tengo que parar una boda, pero ya lo he hablado con tu padre.

Un escalofrío me recorrió la espalda.

-          - ¿Por qué crees que has podido llegar hasta aquí sin obstáculos, sabiendo como saben todos que yo secuestré a Ariel? El rey Tritón no parece tenerte mucho cariño, Attina. Prefiere una hija casada con un humano a una que haga lo que le venga en gana, como tú.

Una carcajada salió de su boca formando una enorme burbuja. Las sirenas lloramos lágrimas dulces, y en ese momento no podía parar de llorar. Desapareció de mi vista unos instantes, regresando con un trozo de piedra alargado, y al final se encontraba la firma dorada de mi padre.

De un manotazo espanté a las anguilas y nadé lo más deprisa que pude hasta mi hogar. El mar estaba muy tranquilo, todos los peces huían en una dirección y los pocos que me crucé me esquivaron.

El tridente de mi padre me flanqueó la entrada. Vi las caras de mis hermanas detrás de él, asustadas.

-          - Permanecerás aquí hasta que salve a Ariel. Después, te irás a vivir con esa… esa cosa.

-          - ¿Por qué me has hecho esto, padre?- Las lágrimas dieron paso a la ira.- No he hecho daño a nadie.

-          - ¡A tu hermana! ¡Tú le envenenaste la cabeza con el mundo exterior y ese cajón tuyo lleno de basura! – Sus gritos espantaron a unos pececillos que estaban dormidos.

-          - No la creas tan inocente, padre. Yo nunca te comprometí, ni a mis hermanas, por mis caprichos.

Me empujó con el tridente hasta dejarme arrinconada en el saliente de una roca. Después hizo unos barrotes dorados, me quemaron las manos cuando los toqué.

-          - Ahora podrás dedicarte a tus caprichos toda la vida, como una vulgar…

-          - ¡Basta!- grité.- Quería aprender, hablar con ellos, estar…

Un golpe del tridente en el suelo enmudeció cualquier sonido a varios kilómetros a la redonda. El rey Tritón subió nadando hacia arriba. Mis hermanas giraron la cabeza y se marcharon.

Recuerdo que pasé unos tres días sentada esperando mi liberación. Cuando los barrotes desaparecieron, nadé sin pensar hasta la cueva de Úrsula.

-          - Nos vamos a divertir, querida, mira.- Me recibió con un semblante totalmente distinto al de la última vez. Cogió mi mano y subimos casi hasta la superficie. Por el sonido parecía que un enorme buque se acercaba. – Oh, no estés triste, preciosa. Mi plan de destruir a Ariel salió mal, pero los barcos vienen y van todos los días. ¿Quién nos dice que hoy no es nuestro día de suerte?

Úrsula tenía claras sus intenciones. Deseaba información, conocimiento, igual que yo.

Señaló con el dedo hacia arriba y me miró.

-         -  Ahora, sube y canta

d      Este relato participa en el #OrigiReto2019 , objetivo nº 12 (crea la versión de un cuento conocido). Si queréis más información, pinchad aquí  o aquí
d    Dejo por aquí la pegatina completa del mes:

    Dejo por aquí los micro relatos enlazados a este relato, para que no se pierdan :):
    1) Rebelión en el baño: https://alitana33.blogspot.com/2019/01/rebelion-en-el-bano.html
    2) De profundis: https://piramidesdesal.blogspot.com/2019/04/de-profundis.html
 

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