La sangre manda. Segunda parte





Los nervios de Evangelina aumentaban con cada minuto que pasaba. El trayecto de Roma a Nueva York, con una escala de dos horas en París, no se le había hecho pesado. Al contrario, Fabrizio y ella habían pasado las horas hablando.

Ahora sabía que las cosas en Sicilia no eran tan sencillas como ella creía, desde la comodidad de la casa de sus abuelos. Fabrizio tuvo que elegir entre una vida en los negocios de don Tomassino, “con comida y techo asegurados casi todas las noches” o la pobreza. No pudo formar una familia por el miedo que suponía a que una noche apareciese con un dedo menos o con el coche reventado.


—Yo formaré parte de eso. Contribuiré a…

No, Evangelina. En América las cosas son diferentes. Los Corleone son… de otra manera. Legales. Don Tomassino creía que todavía estaba en tiempos de la Mano Negra. Espera, ya lo cogen.


Se encontraban en el aeropuerto y Fabrizio estaba llamando desde una moderna cabina telefónica a la casa de los Corleone. Evangelina se acercó a él, encantada de oírle hablar un inglés tan perfecto. Mejor que el suyo, en las pocas horas que llevaba en Nueva York no había entendido ni una sola palabra. El hombre, cansado y con los ojos cargados, asintió sonriendo. Luz verde, pensó Evangelina. Sólo necesitaban un taxi para llegar a la dirección exacta de Staten Island donde se enfrentaría a su padre, que en aquel momento la intimidaba tanto como la enorme ciudad en la que estaba.

La ciudad desfiló ante los dos italianos metálica y estridente. Acostumbrados como estaban los ojos de Evangelina al color de la hierba, no siempre verde, y al cielo que casi llegaba al suelo, se le antojaba terrorífico no ver un solo hueco de vida ente tanto edificio. Fabrizio empezó a explicarle las bondades de la Gran Manzana, y el taxista enseguida dijo:

Nueva York es buena con los italianos, señorita. Vi la Estatua de la Libertad hace más de veinte años por primera vez y nunca me ha faltado un buen plato de comida en la mesa.

Durante los treinta minutos restantes, Fabrizio y Giovanni, el taxista, hablaron de una Italia que Evangelina nunca llegó a conocer. Cuando este paró enfrente de la casa de los Corleone, Fabrizio casi le obligó a coger los treinta dólares de la carrera. Aceptó a regañadientes, recalcando que “esa bondadosa familia” lo había ayudado mucho.

El taxista se marchó y Evangelina y Fabrizio se quedaron solos. Había una enorme portada enrejada que separaba la casa de la calle. Fabrizio llamó al timbre. Fue entonces cuando Evangelina se dio cuenta de su aspecto, demasiado corriente para el suelo que estaba a punto de pisar.

—Me siento como la princesa del cuento, la que su padre entrega al dragón para que se la coma. Sólo que no voy vestida como una princesa, más bien como…

—Vas muy bien, Evangelina. Si te consuela, yo seré el caballero de blanca armadura que te salve del dragón.


Ella le dio un leve codazo y suspiró. De todas formas, hubiera deseado, al menos, llevar puesto un buen abrigo para no desentonar con la casa.

La puerta se abrió y un hombre trajeado dijo unas palabras en inglés a Fabrizio. Este sonrió y caminaron por el jardín hasta la entrada de la casa. El otoño en Nueva York era como en todos sitios, pero a Evangelina el suelo cubierto de hojas marrones le pareció maravilloso.

No se dio cuenta de que una mujer, con un apretado moño bajo y un jersey de angora azul oscuro, la observaba. Hasta que abrió los brazos hacia ella, asombrada.

—Querida, pero si… eres igual que tu padre. Dios mío. No sé cómo hemos podido hacerte esto.

La abrazó. Evangelina recibió el abrazo sorprendida y un poco asustada, no sabía quién era esa mujer.

—Soy tu tía Connie. Tu padre está hablando por teléfono, pero terminará enseguida. Kay también está por aquí, espero que no te cruces con ella, al menos, no todavía. Lo último que quiere es otra italiana en esta casa.

Hizo señas a Fabrizio para que esperase fuera, pero Evangelina se negó. Quería que la acompañara, si no fuera por él, estaría muerta.

La casa era más luminosa de lo que parecía a simple vista. Una elegante escalera de madera llevaba al piso superior y un jarrón con una docena de rosas rojas estaba en una mesita nada más entrar por la puerta. El dibujo de la alfombra era cautivador y de vivos colores, Evangelina levantó la vista del suelo cuando escuchó su nombre y a continuación una sarta de palabras en inglés.

No las entendía, pero estaban dichas con odio. Observó a la mujer que las dijo, rubia, con enormes ojos azules y demasiado delgada. Subió las escaleras casi corriendo.

—Parece una bruja —se le ocurrió decir.

—Lo es. Es la mujer de tu padre, Kay. No sé por qué se casó con un italiano si no soporta a su familia —gritó Connie a las escaleras.

A continuación los guió hasta una puerta rematada con un sencillo arco. Estaba cerrada, sin embargo, no fue impedimento para Connie, que la abrió. Indicó a Evangelina con un gesto que pasase. Esta miró a Fabrizio nerviosa y entró en la habitación.

Fuera de contexto, Michael y Evangelina parecían dos personas ajenas al lujo que las rodeaba. Cualquier persona diría que se les vería mucho mejor al aire libre en mitad de un viñedo italiano. Esa misma persona pondría la mano en el fuego sobre el hecho de que eran padre e hija. El mismo pelo oscuro, los enormes ojos marrones, una estatura no muy elevada y la firme determinación en la boca. Ella había soñado tantas veces con ese momento que ahora no sabía qué decir. A Michael le había pillado la noticia por sorpresa, y tenía tantas cosas por las que pedirle perdón que finalmente salió de detrás de la mesa de su despacho y la abrazó.

Rompió a llorar mientras Evangelina seguía petrificada.

—A tu abuelo le hubiera encantado conocerte, Evangelina… ¿qué pasó? Supongo que debería pagar a la gente que ha cuidado de ti —la miró a los ojos—. Ahora estás a salvo. Cuéntamelo todo, hija.

Evangelina se tranquilizó y le tomó las manos.

—¿Puede pasar Fabrizio? Él te lo contará mejor que yo. Hasta ayer no me enteré que tú… no sabías que yo seguía viva.


El semblante de Michael mientras Fabrizio contaba los engaños de don Tomassino se iba oscureciendo. Miraba a su hija como si todavía creyera imposible que después de quince años, ella estuviera sentada a su lado.


***

El otoño en Nueva York podría ser igual que en todo el mundo, pero el invierno en la Gran Manzana era especial. El hielo de las calles se atenuaba con las luces de los escaparates de las tiendas y los faros de los coches. Para alguien como Evangelina, que jamás había visto la nieve, la caída de los primeros copos la hicieron salir al jardín y mirar hacia arriba como si de una niña se tratara. Estuvo tentada de lanzar una bola de nieve a Kay cuando esta salió temprano por la mañana para no volver hasta la noche, como siempre hacía.

En los cuatro meses que llevaba Evangelina en su nueva casa apenas habían cruzado dos palabras. Cuando no estaba Michael, la miraba de arriba abajo, a veces hasta le decía algo en inglés. Evangelina ya le contestaba. Tía Connie tenía razón, no soportaba a las italianas. De todas formas, Michael y Kay casi nunca cenaban juntos y cuando él estaba fuera por negocios, ella desaparecía de la casa.

—No voy a decir que me alegro, pero sí, me alegro mucho. Quiero que tu padre sea feliz por encima de todo.

Fabrizio, Evangelina y Connie se dirigían a la parte sur de la ciudad en coche. El cielo seguía gris pero no nevaba y Connie decidió que era un buen día para que Evangelina conociera la antigua casa de su abuelo.

—Yo quería llevarme bien con ella, tía. Apenas he podido presentarme y ya me vuelve la cara. Yo no le he hecho nada —dijo Evangelina. Llevaba un abrigo negro con sombrero a juego comprado por su tía. Todavía le costaba acostumbrarse a la ropa cara.

—Estoy segura de que encontrará a una buena mujer tarde o temprano, ¿verdad, Fabrizio?

—Por supuesto, señora —sonrió a Evangelina por el espejo retrovisor.

Fabrizio aparcó enfrente de la antigua tienda de Abbandando, en la que Vito Corleone trabajó hasta que años después, la compró. Connie contaba a Evangelina cómo Vito se quedó en la calle, apenas si tenían para comer, decía, hasta que un encargo de un vecino cambió su vida.

—Nunca olvides, cariño, que nuestra familia ha ayudado a mucha gente, y lo sigue haciendo. Nos debemos a ellos tanto como ellos a nosotros.

Fabrizio miraba por la ventanilla. Nunca había estado en esa parte de la ciudad por lo que debía estar alerta a pesar del silencio de la calle a esas horas de la mañana. Un barrio humilde, las cuerdas de la ropa en las ventanas, un hombre con un abrigo largo que venía hacia ellos.

—¡Agachaos! —gritó.

Una ráfaga de disparos atravesó la ventana trasera del coche. Las dos mujeres estaban agazapadas en el suelo y Fabrizio sacaba su pistola de debajo del asiento del copiloto. El ruido cesó y fue sustituido por un griterío en italiano que Evangelina no supo identificar.

—Fabrizio, los Tattaglia otra vez. Seguro que vienen a por la niña —sollozó Connie abrazando a su sobrina con fuerza.

Acostumbrada o no, puede que fuera la fuerza de una costumbre que no conocía aún, Evangelina se asomó un poco por la ventanilla. Un callejón se abría entre una vieja tintorería y un bloque de pisos. Tenía salida, y la vio un poco más atrás. Fabrizio no podría con ellos, por pocos que fueran, no pensaba dejarlo solo.

—Tu pistola —dijo soltándose del brazo de su tía—. Iré por detrás mientras tú sales. Correré y entre los dos…

—Evangelina, no pienso dejar que salgas de este coche —respondió Fabrizio con dureza.

—A mí no me esperan. Tía Connie estará segura aquí pero yo no pienso quedarme.

El paciente chófer le tendió su pistola por debajo y acto seguido salió del coche gritando. Como bien supuso Evangelina, los cuatro hombres centraron su atención en él, por lo que ella se arrastró por el pequeño trozo de acera hasta el callejón. Ahí comprobó la pistola, se subió más el cuello del abrigo y corrió por el callejón hasta dar la vuelta para quedarse detrás de los cuatro hombres.

Entonces, sin previo aviso, disparó a la espalda de uno de ellos. Acertó más abajo de lo que ella quería, pero fue suficiente para despistarlos.

El afectado se dio la vuelta agarrándose el muslo izquierdo y la señaló. Evangelina volvió a disparar y acertó. Entretanto, Fabrizio se hizo cargo de los otros dos. Todo terminó muy rápido.

—Fabrizio —dijo Evangelina a su amigo—. ¿Qué hacemos ahora?

—A ser posible tiene que quedar uno vivo para que mande el mensaje. Aunque no creo que haga falta, ya la has visto, bastardo. Ya conocéis a Evangelina Corleone.

El superviviente los miró a los dos con los ojos muy abiertos y sin decir ni una palabra. Les habían encargado dar un “toque de atención” a la chica nueva, y les había salido caro. Desde luego, tenía buena familia de la que aprender.

Evangelina y Fabrizio volvieron al coche, donde tía Connie los esperaba un poco asustada. Quería que su sobrina tardase un poco más en aprender las costumbres de su familia.


—Querida —dijo abrazándola—. Disfrutarás más de la vuelta a casa si vas en el asiento delantero con Fabrizio.


Sonrió de forma cómplice al chófer, que asintió. No sabía qué opinaría su padre al respecto, lo que sí estaba claro es que él cuidaría de ella hasta que una bala lo quitara de en medio.

FIN

***

Este relato cumple con el objetivo número 4 (amistad infinita) del #OrigiReto2020

Es una continuación de mi relato de Julio, que podéis leer aquí . De todas formas se puede leer independiente.

Objetivo Cuentos y leyendas: 4) Sant Jordi.

Objetivo Criaturas del camino: 2) Bruja

Objetos: 7) Una docena y 13) Nieve.

1999 palabras.4/6 objetivo personal.

Medallas: 3/3 Giratiempo.








Comentarios

  1. Interesante relato. A pesar de no haber visto las películas ede el padrino he podido seguir la trama sin problemas.
    Me he leído los dos seguidos, pero te comento solo aquí.
    Se me hace un poco raro que Evangelina confíe en fabrizio desde el principio cuando no lo conoce de nada. Luego en El Segundo relato tiene lógica que estén tan unidos puesto que le ha salvado la vida.
    La referencia de san Jordi es clara, la de Caperucita ¿es solo por el vestido rojo o hay algo más?
    Saludos y nos vamos leyendo.

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    1. Muchas gracias por leer y comentar :)
      Te cuento, puse que Evangelina confiara en Fabrizio desde el principio por una especie de intuición. En El Padrino muchas veces ellos saben quién los va a traicionar antes de que lo hagan, así que lo quise hacer al revés.
      En cuanto a las referencias, la de Caperucita fue sólo por el vestido rojo, nada más.
      Un saludo!

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  2. Un relato genial, gansters y herencias, una buena combinación, lastima que Evangelina tuviese que aceptar semejante legado, pero muchas veces se lleva en la sangre. Leeré la primera parte y espero que haya una tercera. Gracias por deleitarnos con más.

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    1. Hola Chery,
      Gracias por tu comentario. Evangelina acepta su legado y de momento parece que está contenta ;) espero que te guste también la primera parte.
      Nos leemos :)

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  3. Muy buenas!

    Si que se ha adaptado rápido Evangelina va a ser verdad que algunas cosas se llevan en la sangre jajaja

    Me ha gustado más este que la primera parte, me ha atrapado desde el principio. Me ha gustado como describes de sopetón el momento en que el hombre dispara, ha quedado muy peliculero.

    Un abracito y enhorabuena!

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    1. Buenas!:
      Pues tuve que recortar palabras (quién me lo iba a decir hace un año xD) y me daba cosa que no se entendiera bien la escena de los disparos. Me hubiera gustado profundizar más en la adaptación de Evangelina pero ya no podía. Me alegra que te haya gustado :)
      Gracias por pasarte y un abrazo!

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  4. Buenas tardes

    Ya había leído tu relato el mes pasado, así que no he tenido problema en reconocer este como la continuación.

    Interesante la nueva vida de Evangelina en Nueva York y las referencias a los Corleone y a otros personajes de la serie de novelas/películas de El Padrino. Como ha comentado Stiby antes, la reacción de la chica demuestra que hay cosas que se llevan en la sangre.

    Está todo muy bien escrito y la historia fluye muy bien. Se lee muy rápido y está muy bien introducida la atmósfera.

    Un saludo.

    Juan.

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    1. Hola Juan,
      Quería hacer una continuación porque sólo con uno lo veía muy pobre, y veo que os ha gustado :) Muchas gracias por tus palabras, las escenas me venían solas así que no me costó mucho escribirlas, veremos los próximos meses xD.
      Nos leemos!

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  5. Hola. Pues me ha psado como en las películas, y no me refiero a las de El padrino sino en general. Me gustó más la primera parte.

    Aquí hay menos acción pero la parte de sentimientos o reflexiones es muy vana o superficial. Quiero decir, a falta de acción ( el tiroteo queda algo abrupto dentro de la narración) esperaría entrar más en los personajes, pero no ha sido así. Han pasado sin que les conozca más, sin que les aprecie u odie más de lo que lo hice en la primera parte.

    No sé si habrá tercera. En tal caso, me gustaría que tiraras por ahí, ahondando el arco dramático de los personajes o caracterizándolos mal, porque a ti se te suele dar bien eso.

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    1. Buenas,
      Muchas gracias por tu comentario, siempre me vienen bien. Tuve que recortar bastante, por lo que igual parece que quedan las escenas un poco corriendo, y no podía profundizar tanto como me hubiera gustado. Tercera parte no lo sé, pero quiero prepararme para hacer una historia parecida a esta algo más larga, igual para el NaNo.
      Un saludo y gracias!

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  6. Me ha encantado, de hecho creo que más que la primera parte. Muy bien metido el objetivo de la amistad, creo que también toman mas importancia el avance y crecimiento de los personajes, aunque haya menos acción también hace que la historia se centre más en ellos y en sus emociones. Me dio pena que no ahondaras un poco más en el tema de Caperucita Roja, pero te ha quedado muy bien en general, enhorabuena ^^ Como detalle, igual que en la primera parte, me encantan los nombres y como ambientas la historia, me parece muy cuidado. Un abrazote.

    .KATTY.

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    1. Hola Katty,
      Quería que Fabrizio y Evangelina fueran amigos y si se ha reflejado en la historia, genial. No quería que él sólo fuera un guardaespaldas y ya. La primera parte es más una presentación y en esta se ve cómo Evangelina es en realidad.
      La ambientación y los nombres me gusta ir despacio para que no desentone, me alegra que te haya gustado :)
      Un abrazo y gracias por tu tiempo!

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