Los niños de la posguerra


 

Puerto de Suances, Agosto de 1937.

A pesar del sofocante calor, Antonio no pudo evitar que la primera lágrima asomase a su ojo. Su semblante serio contrastaba con la algarabía de cientos de niños y sus correspondientes gritos y risas. Sujetaba a su hija por los hombros intentando guardarla el máximo tiempo posible, ya que apenas faltaban unos minutos para que embarcase. Lucía sabía que no debía desprenderse de la tarjeta colgada a su cuello, la que decidiría su destino en los próximos meses.

¿No puedes venir conmigo? Si lloro te dejarán venir —Lucía miró a su padre, sonriente pero con los ojos húmedos también.

De eso nada. En Rusia aprenderás a leer del todo y a hacer cuentas. En unos meses estarás de vuelta, ya nos lo dijeron, ¿te acuerdas?

Sí. Pero no quiero que te quedes aquí.

En casa estaremos bien, y tú estarás mejor. Puede que me dejen ir a visitarte y todo —le dijo a su hija. La engañó, claro.

Antonio preveía que tanto su hija como los demás niños no estarían fuera sólo unos meses. La guerra pintaba muy larga y no sabía cuándo volvería a verla. Egoístamente, deseaba que Lucía se quedase con su familia y cuidase a sus hermanos, pero cuando la incluyeron en una lista para viajar a la URSS con la promesa de una buena educación y volver en unos meses, aceptó. Su esposa lloró muchísimo, pero sabía que era lo mejor para ella.

Me tengo que ir. Ya están subiendo, ¿los ves? No sabía que había barcos tan grandes Los ojos de la niña brillaban.

Aprende mucho y haz caso a tus profesores. Y cuando puedas, escribe para que sepa tu dirección y poder contestarte.

Claro papá Abrazó a Antonio por la cintura por última vez. Ya se despidió de su madre por la mañana, pero su padre la acompañó hasta el último momento. También quería retenerlo—. Dale un beso a los bebés llorones.

Antonio sonrió.

Ten mucho cuidado hija.

La besó en la coronilla y no pudo contener las lágrimas que mojaron el cabello de su hija.

Lucía se puso en la fila para subir al barco. Vio que algunos niños más pequeños que ella se quitaban las tarjetas del cuello y las intercambiaban. Azules por verdes y amarillas por azules. A sus nueve años ella sabía que su tarjeta no debía entregársela a nadie.

Su deber era guardar la tarjeta y obedecer a los mayores.

Una señora con los labios pintados de rojo y un moño alto le pidió su nombre y su tarjeta.

¿Se la tengo que entregar, señora?

No me llames así, cielo. Me llamo Rosa y estaré a cargo de vosotros en el barco. Pasa y siéntate donde quieras. Desde aquí arriba despediremos a vuestros padres.

Lucía caminó hasta la primera barandilla que vio. Se asomó y se mareó al ver tanta gente pequeña allí abajo. Nunca había subido tan alto. Se alegró al ver a dos hermanos gemelos vecinos suyos, algo mayores que ella, y también llorando. Justo cuando se iba a acercar a ellos un niño de unos cuatro años se enganchó a su pierna y gritó:

¡Mamá! ¡Mamá!

Rosa iba detrás de él, algo enfadada.

Ella no es tu mamá. No sé el nombre de este niño y desde luego no se corresponde con el de la tarjeta. Es más pequeño. ¿Tú sabes algo querida?

En la fila vi que algunos niños se cambiaban las tarjetas, señ… Rosa.

La mujer suspiró y puso los ojos en blanco. Apuntó algo en su lista y preguntó al niño su nombre, otra vez. Este respondió con llanto.

Lucía le puso el brazo sobre los hombros.

¿Cómo se llama tu padre, cielo? preguntó Rosa a Lucía.

Antonio.

Pues bien, tú serás Antonio se agachó junto al niño—. No te separes de ella y no vuelvas a perderte. Ya veremos qué…

Se fue hablando sola.

Con el niño más tranquilo, Lucía lo cogió en brazos como pudo y saludaron a la gente de abajo. Entornó los ojos, pero no vio a su padre.

 

Ya en el mar…

¡Mira, Antonio! ¡Una ballena! ¿La habéis visto? ¡Dejar de hablar y asomaos! —Ángel, uno de los gemelos, sujetaba a Antonio en brazos. Este ya no lloraba y miraba el mar entusiasmado.

Lucía y Mateo se acercaron a ellos mientras seguían hablando.

¿Todos no vamos al mismo sitio? —preguntó Lucía.

No. Por eso las listas con los nombres. Este niño tendría asignado un país y una casa que ocupará otro niño, supongo. Si nos hubieran mandado a Francia ya habríamos llegado. —suspiró.

El alboroto de los niños disminuyó al caer la noche. Los que tenían abrigo se quedaron en cubierta jugando un rato más mientras se reían de los otros, que habían dejado sus abrigos a sus padres porque tenían calor. El mar parecía enfriarse a cada milla que recorrían.


Leningrado, 1943

A pesar del suelo embarrado, Antonio insistió en salir a jugar. Lucía tuvo que dejar de estudiar para el examen del día siguiente por acompañar al grupo de niños. Era una hermana mayor para ellos.

Se pusieron los gorros y los abrigos y salieron al camino que salía enfrente de su casa. Más que una casa, parecía un pequeño hotel. En ella vivían unos diez niños. Cuando iban al colegio con los niños rusos, la cifra se triplicaba.

Mientras los niños buscaban cosas en el suelo, Lucía miraba el arco iris del cielo. Era el mismo en todo el mundo, pensaba siempre. Al igual que la lluvia.

¡Ana! ¡No te metas ahí, te vas a caer! le gritó.

Pero la he visto, Lucía. Mira, agáchate. La niña, arrodillada en el hueco de un árbol, le hacía señas con la mano—. Es pequeña pero como brilla la he visto.

Lucía se agachó y, aunque no vio nada, su mente le dijo que una pequeña ala había estado allí un segundo antes de que ella mirase. Desilusionada por no haberla visto del todo, Lucía se levantó y caminaron otro poco más.

Pasaron por delante de la fábrica de armas justo cuando los aprendices salían de ella. Antonio salió corriendo hacia uno de ellos.

¿Has visto algún duende hoy? preguntó Mateo. Al contrario que su hermano, que ya estaba en la universidad, él prefirió trabajar.

No, pero mi hermana sí.

Lucía se puso muy nerviosa y apretó más fuerte la mano de Ana, que la apartó. Si lo conocía de toda la vida, ¿por qué se ponía de esa forma cuando lo veía? Además, estaba sucio.

Mamá gallina y sus pollitos, ¿no? se burló.

Hansel y Gretel más bien. Hoy no hemos visto la casita de chocolate así que nos vamos ya, tengo un examen mañana.

Os acompaño. Si quieres la miró de reojo.


Leningrado, 1956

Las noticias llegaban tan escalonadas y confusas que no sabían qué creer. Masha, la mujer (casi anciana) que había cuidado de ellos durante tantos años, recogió los periódicos de la mesa de la cocina.

Ya no quedaba nada de los niños que llegaron a Rusia hace casi veinte años, pero seguían juntándose varias veces por semana si podían. Nadie rompía el silencio, ahora que habían escuchado el rumor de que quizá podían volver a España. Fue Masha quien habló.

Cuando llegasteis aquí, muchos no sabíais ni caminar sin caeros al suelo. Aquí habéis crecido, jugado, estudiado. ¿Y ahora quieren que volváis? Se me va a romper el corazón, de verdad.

Masha empezó a llorar. Todos la rodearon, aunque cada uno con una idea distinta en la cabeza. Para los más jóvenes, aquella mujer había sido casi su madre. Ella, como tantas otras familias de la ciudad, acogió a los niños españoles como si fueran suyos. Sabían que debían irse antes o después, ya que no eran rusos, pero lo que en principio eran unos meses se convirtieron en veinte años.

Antonio y Lucía volvieron a su pequeño piso. Querían esperar a que llegase Mateo de la fábrica para hablar con él, pero no pudieron aguantar.

¿Por qué no quieres, Lucía? No eres rusa —Antonio se convirtió en un chico bastante guapo y no paraba de hablar, como siempre—. ¿No te acuerdas de tu familia?

Pues claro que me acuerdo —Se sentó en el sofá, últimamente estaba muy mareada—. Pero, si regreso, ¿qué me encontraré allí? Unos padres ya ancianos y unos hermanos que no me recuerdan. En España no tengo nada, aquí en cambio…

Un trabajo como podrías tener allí, con tu familia, en tu tierra, sin este frío del demonio que dura tanto tiempo.

Me vas a decir ahora que no te gusta jugar en la nieve, Antonio —sonrió Lucía.

Sin embargo, no lo convenció. Mateo tampoco. Antonio quería volver a un país que no recordaba para reunirse con, ¿quién? Si cambió su tarjeta antes de subir al barco, si ni siquiera se llamaba Antonio.

Meses después, tras una acalorada discusión en la que Antonio casi se va de casa, Mateo y Lucía se quedaron hablando en su dormitorio:

¿Qué vamos a hacer? Tanto si nos vamos como si nos quedamos estaremos traicionando tanto a un país como a otro.

Si no hubiéramos venido aquí, ¿qué habría sido de nosotros, Antonio? En España nos habríamos muerto de hambre o nos habrían disparado. Ya sabes en qué partido estaban nuestros padres.

Sí, pero… Rusia no es nuestra casa. No quiero ser un anciano aquí.

¿Por qué no? Todavía no sabemos nada de los que se fueron en el primer barco, ¿crees que los recibieron con los brazos abiertos? Para ellos no somos españoles, somos rusos. Estoy segura. Menos mal que Antonio no se ha ido todavía —Lucía se sentó en la cama.

Lo quieres mucho, ¿verdad?

Soy lo único que tiene. Para él he sido su hermana, casi su madre. Lo quiero más que a mis hermanos, eso te lo aseguro.

Sin embargo, Antonio se salió con la suya. En apenas un par de semanas zarparía en un barco con más exiliados españoles. Los que decidieron quedarse tuvieron que hacer aún más trámites burocráticos alegando matrimonio, trabajo hasta incluso embarazo, como en el caso de Lucía.

Un día, mientras volvía de la oficina de correos, se encontró con Masha.

¿No los matarán, verdad, querida?

No, Masha. Son españoles y no creo que…

Tú también eres española —sonrió Masha tristemente.

No. Bueno, sí. No lo sé. Aquí soy feliz, allí me daría miedo salir a la calle. O quizá ya no. Tengo carta de mi padre.

Ojalá sean buenas noticias.

Masha dio un beso a Lucía y se despidió.

Cuando Lucía llegó a su casa y leyó la carta, hubo algo que no le cuadró. El sobre estaba medio roto, como siempre (ya no se preocupaba si era un país u otro quien les abría las cartas) pero no era eso. Aparte de las noticias de siempre, la cosecha, la vida de sus vecinos, etc había unas letras escritas de forma diferente. Su padre apretaba mucho el lápiz al escribir. Esas letras estaban algo más desdibujadas, es algo que ella notaba al haber recibido tantas cartas.

Se sentó y cogió un papel. Anotó esas letras hasta que formó “NOVUEVAINTR”.

Las separó. “No vuelvas int”.¿Int?. Se habría quedado sin palabras para que si alguien leyera la carta no sospechase demasiado.

Cuando Mateo llegó de trabajar, leyó la carta y creyó adivinar la palabra.

Interrogatorio. Encaja. Si volvemos nos interrogarán.

¿A nosotros? ¿Por qué?

Trabajo en una fábrica de armas, Antonio también. Querrán saberlo todo, Lucía. Dónde vivimos, qué comemos, de qué hablamos. No llores, no… podemos hacer nada.

No tenemos hogar… Voy a hablar con Antonio —dijo con rabia—. Lo van a matar.

Aunque sea sólo por no provocar un escándalo, no lo harán. No sé dónde ha conseguido tu padre esta información, pero si lo han descubierto… Antonio tampoco podrá contarnos toda la verdad cuando llegue.

Decidieron no decirle nada. Antonio llegó del turno de tarde hambriento. Esa noche cenaron pelmeni.

Esto sí que lo echaré de menos —dijo Antonio mirando su plato ya vacío. 

 

FIN

***

Este relato cumple con el objetivo número 12 (visibilidad a un colectivo minoritario) del #OrigiReto2020. He elegido los niños españoles exiliados en Rusia. Se conoce poco de este tema y a raíz de unos documentales que he visto, me pareció interesante escribir sobre ellos.

Objetivo Cuentos: 1 Hansel y Gretel.

Objetivo Criaturas del camino: 5 Hadas.

Objetos: 3) Arco iris y 4) Ballena

2004 palabras. 6/6 objetivo personal 

Comentarios

  1. ¡Hola!

    Me ha encantado el tema. Yo también pensé que los niños (ahora adultos) tendrían una bienvenida bastante fea al llegar a España, y luego llegó la carta para confirmarlo. Ha sido muy bonito y he conseguido meterme muy bien en el ambiente. Me gusta que menciones lo de que Lucía actuó un poco como madre, no solo como hermana mayor, cosa que le pasó a muchas mujeres/niñas de la época.

    También queda realista que haya esa división entre gente a la que le apetece volver a España y quienes han perdido todo apego al pasar tantos años fuera. Mi única pega, quizás, es que echo en falta un final un poco más cerrado, porque me da la sensación de que la historia termina de repente.

    Por lo demás, todo genial. Muy bonita la escena del principio con el padre casi llorando, muy bueno lo de llamar Antonio a quien no se llamaba así, el juego de los niños al cambiarse las tarjetas y que a algunos no se les hubiese ocurrido que necesitarían los abrigos en el barco.

    Un saludo :)

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    1. Hola Marga:
      La verdad es que es un tema muy interesante. Si has conseguido entrar en la historia a pesar de lo poco que cuento, genial :) y sí, a muchas hermanas mayores les tocaba hacer de madres antes de tiempo y sin pedirlo, por suerte los tiempos van cambiando.
      Creo que las dos visiones (la de los que quieren volver a España y los que no) son realistas. Por un lado, no querrían volver porque prácticamente los echaron de aquí pero por otro su familia y todo eso estaban aquí.. por eso quise reflejar un poco las dos opiniones.
      Me alegra que te haya gustado, la verdad es que disfruté mucho buscando información :)
      Un saludo y gracias por pasarte :)

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  2. ¡Hola Gema! El tema me parece una gran elección y creo que lo has plasmado a la perfección, tanto a nivel ambiental como en la actitud de cada personaje. Me gusta especialmente como relatas parte de los eventos históricos entre diálogos, lo que le da un toque muy natural al relato. A mí me gustan los finales abruptos, así que ahí discrepo con esa parte del genial comentario que te ha hecho Marga, yo creo que la historia ya había sido contada y el fundido de luces le sentaba perfecto. ¡Felicidades!

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    1. Hola Kalen:
      Estuve buscando sobre qué hacer con este objetivo y no se me ocurría nada. Me daba reparo meterme en temas más "actuales" por si no lo hacía bien así que tiré al pasado como hago casi siempre xD. Lo bueno es que hay información y puedes escribir una historia.
      Aquí otra fan de los finales abruptos :) no tenía ni idea de cómo cerrar el relato, así que esa frase creo que lo resume todo. Cada uno puede pensar lo que hizo Antonio, yo creo que se quedó al final :)
      Gracias por pasarte y por tu comentario :)

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  3. Entrañable tema, el de los exiliados infantiles de entonces, y más en estos tiempos de migraciones cada vez mayores. Muy bien dibujado con cuatro trazos y épocas. Me ha dejado con ganas de más, porque incluso las letras en clave pueden significar otras cosas y el final es un tanto flojillo. Eso sí, suficientemente abierto para tirar por cualquier derrotera si te da por sacar una narración más larga de aquí.

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    1. Buenas:
      Gracias por tu comentario. Tuve que cortar al final porque la historia da para bastante más, así que no sé si habrá una continuación o no. Me alegra que te haya gustado a pesar de lo cortas que son algunas escenas. Soy muy fan de los finales abiertos aunque a veces queden descolgados xD
      Un saludo!

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  4. Me ha gustado mucho el relato. La verdad es que se poco del tema. Como madre la escena del principio me ha partido el n dos. Solo de imaginarme despedirme de alguno de mis hijos me duele tanto que egoístamente no sé si podría.
    El relato está genial, muy bien estructurado y plasma a la perfección los sentimientos de los protagonistas.
    Saludos y nos vamos leyendo.

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    1. Hola!:
      La verdad es que se sabe bastante poco, para este relato me basé en unos documentales que vi, pero lo que es cultura general o que te lo enseñen en el instituto, nada.
      Yo no soy madre pero me dio mucha pena escribir el principio también. Pensar que mandaban a sus hijos a un sitio mejor porque en España sólo les esperaría o miseria o muerte. Tuvieron que ser muy valientes, la verdad. Me da pena porque podría haber sido más largo, los sentimientos de los niños al volver a España, ya mayores, merecen otro relato aparte.
      Muchas gracias por tu comentario y por tu tiempo :)

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  5. Buenas noches, Gema

    Me ha gustado mucho el relato y, en efecto, tratas un hecho histórico bastante amargo de la Guerra Civil. El punto de vista elegido, el de una de las niñas que tuvo que partir, es muy interesante. El hecho de que el relato se extienda a lo largo del tiempo te permite hablar de las diferentes formas en como afrontaron los niños su exilio. Creo que el conflicto de casi todos aquellos "niños de la guerra" sería ese: la nostalgia por España, un país que apenas recordaban y que podría resultarles hostil por las ideas políticas de sus padres, y la idea de que su sitio estaba en el país de destino. Se sentirían siempre como que pertenecían, en realidad, a ningún sitio.

    Una cosa que yo habría potenciado en el relato sería el hecho de que, en 1943, seguía aún el sitio de Leningrado: los niños que vivían en esa ciudad habían huido de la guerra para encontrarse inmersos en otra.

    No he visto erratas y el relato lo veo bien escrito.

    Un saludo.

    Juan.

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    1. Hola Juan,
      Muchas gracias por tus palabras. La verdad es que estos niños no pertenecían ni a un sitio ni a otro. Recuerdo que en el documental decían que cuando volvieron a España ya mayores la gente les criticaba y les daba de lado. Muchos volvieron a Rusia aunque también lo tuvieron difícil.
      Lo hice alargándolo en el tiempo para que no se quedase sólo con una visión de los hechos, de ahí que no pudiera meter muchas palabras más para explicar por ejemplo lo que dices de Leningrado, sólo de pasada.
      Gracias de nuevo por leerme :)
      Un saludo!

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  6. Hola Gema!
    Acabo de leer este relato y me encanta la ternura que transmite desde la primera línea. Me ha resultado muy interesante la elección de este colectivo porque es cierto que no hay demasiado conocimiento general en España sobre un hecho histórico tan dramático. Me parece super acertada la elección del punto de vista narrativo, creo que es un gran acierto. Es fácil entender el desasosiego de los personajes cuando crecen y tienen la oportunidad de regresar a un país que apenas recuerdan, porque en realidad viven en otro al que tampoco pertenecen. Has plasmado genial el hecho de ser huerfanos de raices reales y lo transmites muy bien al hacerlo desde los ojos de la protagonista.
    Me entanta también el final, repentino y abierto, dejando una ventana a la libertad de la que nunca disfrutaron, realmente.
    Un gran relato!

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    1. Hola Yarcko,
      Lo primero, gracias por la recomendación :) me ha hecho mucha ilusión.
      Este objetivo era para mí de los más difíciles porque ni lo que escribo ni lo que leo se amolda a un colectivo discriminado "actual" así que no quería meter la pata. Y de esto hay tan poca información que que menos que dedicarles un relato. Tuvo que ser horrible para ellos y para sus padres saber que en un sitio eran invitados y en el otro unos desertores, por así decirlo. Lo peor es que no sabemos nada a no ser que investiguemos por nuestra cuenta.
      Me alegra que te haya gustado el final, al menos pudo elegir :)
      Un abrazo y muchas gracias :)

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  7. Hola Gema! Genial este relato, me ha parecido super triste y muy realista en las escenas que eliges, lo de los cambios de tarjetas que detalle más crudo. Enhorabuena por los diálogos, porque creo que los has puesto con mucho mimo y se puede empatizar con facilidad. Es un relato genial, me da pena que sea de un tema triste pero mis felicitaciones ^^

    .KATTY.

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    1. Hola Katty,
      Siento si te ha parecido triste, ahora lees otra cosa y se te pasa :)
      Los cambios de tarjetas fue por inocencia más que nada, qué sabrían ellos dónde iban... y muchas gracias por lo de los diálogos, me gusta darles muchas vueltas para que no queden forzados.
      Muchas gracias por tu tiempo y un abrazo :)

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