Amrâlimê

 


Mientras Tauriel cabalgaba a lomos de su caballo blanco seguida por Légolas, una leve pero inconfundible nube de humo negro se alzó sobre sus cabezas.

Hacía varios días que Smaug había muerto y no existía ningún otro dragón vivo en el mundo, por lo que no podía ser el aliento del monstruo, ni mucho menos.

Légolas frenó en seco y su caballo relinchó impaciente.

Tauriel, creo que es el volcán oculto del Monte Gudabad. Pensaba que eran invenciones de mi padre, pero me temo que no es así.

Es una leyenda, como tantas otras. Seguramente sea una simple hoguera.

Su caballo también se había parado, por lo que la elfa desmontó y se sentó en una roca debajo de un árbol. Al sentarse, acarició otra vez la runa lunar que tenía guardada en el bolsillo del jubón.

Amrâlimê.

Todavía estaba bastante lejos de su destino.

Légolas se sentó a su lado y le tendió un trozo de pan élfico, que ella comió sin ganas. Dejarían que los caballos descansasen un poco y después continuarían su camino.

El pasatiempo favorito de Légolas era matar orcos, trasgos y cualquier ser torpe que se pusiera en su camino, y realmente estaba disfrutando con la tarea que le encomendó su padre de ir detrás de los orcos.

Le gustó aún más cuando ordenó a Tauriel que lo acompañase.

Sin embargo, después del incidente con los enanos, la elfa había cambiado. Sus ojos verdes siempre resplandecían cuando sacaba su arco y disparaba, casi siempre acertando, en cambio, ahora la encontraba siempre con la mirada perdida.

Debí matar al enano cuando tuve ocasión “, pensaba Légolas.

Recordó cómo el enano (Kíli, creía que se llamaba, y sí, más alto que los otros) la miraba, y ella le correspondía. Más de una vez en los pocos días que tuvieron que compartir comida con ellos Légolas hablaba con Tauriel y ella no le contestaba. Hechizada era la palabra correcta.

Después de una breve conversación, montaron en sus caballos y partieron de nuevo. Tendrían unas dos horas de camino antes de la puesta del Sol. La nube negra continuaba en el cielo, indiferente a los elfos que la observaban.

Acamparon en la entrada de una cueva y dejaron a los caballos fueran para que durmieran mejor. No hicieron fuego pues la noche era cálida y despejada.

¿Crees que volveremos a verlos, Légolas?

¿A los enanos? Seguramente. Con esas piernas tan cortas y sin caballos no pueden haber ido muy lejos. ¿Recuerdas nuestra misión, Tauriel? Cuando terminemos volveremos a casa. Dejaremos de caminar como unos vagabundos.

Te voy a llevar la contraria, Légolas. A mí me gusta esto.

La elfa se tumbó en la tierra seca esparciendo su cabellera roja alrededor. Légolas se tumbó a su lado e intentó dormir.

Somos afortunados al tener todo esto para nosotros —Tauriel miraba las estrellas intentando abarcarlas todas con los ojos—. Sabes que nunca me cansaré de esta luz, Légolas.

¿Y del enano? —preguntó él.

Tauriel se sentó, y unas hojas secas se quedaron prendidas en su pelo.

Es simpático, eso es todo. Me cae bien. Además, no tengo que darte explicaciones.

No ha sido mi intención ofenderte —añadió Légolas con cautela—. Es sólo que los elfos no nos llevamos bien con los enanos, es una tradición de muchos milenios atrás.

Pues ya va siendo hora de romperla, ¿no crees? —Tauriel volvió a tumbarse y le dio la espalda al efo—. Kíli no es como los otros enanos.

Se quedó dormida casi al instante con la runa apretada en la mano. Légolas le quitó con delicadeza las hojas del pelo, y ella no se movió.

**

El volcán oculto de Gundabad despertó al amanecer.

Los enanos dormían el sueño de los justos cuando un fuerte olor y un calor asfixiante los despertó como si de un bofetón se tratase. No sabían si fue el temblor de la tierra o el fuerte sonido, como el de miles de rocas cayendo encima de ellos, lo que los espabiló del todo.

El día anterior no vieron rastro alguno de los orcos, en cambio ahora se enfrentaban a un problema mucho mayor. Lo más lógico sería volver sobre sus pasos, dijeron.

Apenas tuvieron tiempo de recoger su escaso equipaje. Un río de lava naranja brillante descendía desde la cumbre de la montaña. Varios enanos empezaron a toser.

Ayer no había ningún volcán, ¿verdad, Thorin? ¿Cómo es posible? —vociferó Bombur.

Las leyendas son ciertas, compañero —Fíli respondió por Thorin, demasiado ocupado abriéndose paso entre los árboles—. El fuego no descansa en este lugar. Una vez muerto el dragón, el volcán hace su aparición.

Resoplando y agotados, llegaron a un claro entre unos robles. Un camino pasaba junto a él por lo que estaban expuestos si alguien pasaba por allí. A excepción de los orcos, no creían que hubiera alguien tan estúpido como para ir directamente a la boca de un volcán.

Entonces Thorin tuvo una idea: engañar a los orcos.

Dwalin, Bofur, Fíli, Kíli, os necesito. Los orcos van detrás de nosotros, no los vemos pero no estarán lejos. Vosotros cuatro os encargaréis de despistarlos llevándolos hasta el volcán. Son estúpidos por lo que detrás de uno, irán los demás.

Thorin, ¿con esto quieres decir que si no morimos por las flechas de los orcos moriremos abrasados por la lava del volcán? ¿Es eso? —preguntó Dwalin enfadado.


Thorin expuso sus razones lo más deprisa que pudo. Ellos ya conocían el terreno, y , al ser más pequeños, podían subir a un árbol fácilmente o camuflarse en el paisaje. Los orcos eran muchos y ruidosos por lo que sería fácil despistarlos.

Además, llevaban sus propios cuchillos para defenderse.

Accedieron a regañadientes y partieron.

Apenas habían recorrido unas pocas millas cuando escucharon los insoportables gruñidos de los orcos. Un par de flechas silbaron por encima de sus cabezas, y llegó el momento de separarse. Cada enano iría por un camino distinto para dispersar a los orcos. Con un poco de suerte, el volcán estallaría del todo y engulliría a los orcos, dejando libres a los cuatro enanos.

Kíli corrió a toda prisa hasta un sendero. El aire quemaba y el olor de la lava era muy intenso, pero soportable. A cada paso pensaba en Tauriel y en que con su muerte (si sucedía) la salvaría. Ella y Légolas también iban detrás de los orcos, pero sólo eran dos.

El suelo tembló bajo sus pies y una flecha se clavó en el tronco de un árbol muy cerca de él. En unos segundos se encontró acuchillando las duras piernas de dos orcos, mientras estos aullaban de dolor.

Creyó escuchar su nombre a lo lejos.

Su hermano Fíli se unió a él mientras más orcos hacían su aparición. Esperaron que Dwalin y Bofur hubieran tenido más suerte. Fíli se subió a un árbol e hizo burla a los orcos diciéndole que si querían más enanos, los encontrarían si seguían caminando.

Un grito de dolor rasgó el ardiente aire.

Kíli se giró y la vio sentada en el suelo con el brazo izquierdo sangrando.

Amrâlimê, Tauriel, estás aquí —Se arrodilló frente a ella.

Por suerte, los orcos obedecieron a Fíli y se fueron enfurecidos y maldiciendo. Fíli se bajó del árbol y, cuchillo en mano, buscó más posibles peligros.

Kíli vio que la herida de Tauriel no era muy profunda, sólo sangraba copiosamente. Ella intentó abrir un pequeño saco que llevaba prendido, pero no pudo.

Pon las hierbas en la herida, yo no…

Con mucho cuidado, el enano aplastó las hierbas con la mano y las colocó en la herida de Tauriel. Le quedaría alguna marca, pero su vida no corría peligro.

Todavía no creía que ella estuviera allí.

Esta vez no te he salvado la vida, Kíli —dijo ella sonriendo. Sus mejillas habían recuperado el color e intentó levantarse.

¿No te quedarás aquí mientras yo peleo contra los abominables orcos, verdad?

Tauriel le miró con esos ojos verdes que vivían en la mente de Kíli desde hacía semanas.Estaba más hermosa que la última vez que la vio.

La elfa se levantó del suelo algo mareada, pero resuelta a seguir peleando.

Kíli —dijo su nombre mientras lo miraba como si también se tratase de un sueño. Rebuscó entre sus ropas y le enseñó la runa lunar que le había regalado días atrás—. La he conservado.

No tuvieron tiempo de decir nada más porque Dwalin y Bofur estaban gritando de alegría. Kíli y Tauriel corrieron hasta el origen de los gritos y descubrieron a los enanos bailando alrededor de varios orcos muertos. Fíli llegó tras ellos con una sonrisa en la cara.

Los otros han seguido camino arriba hacia el volcán. Y estos desgraciados ya no volverán a levantarse.

Tauriel se acordó de Légolas. ¿Habría tomado el mismo camino de los orcos e ignorado al volcán? No podría abandonarlo, no después de todo lo que había hecho por ella.

Comprobó que tenía flechas suficientes para disparar (al menos unas cuantas) y entonces apareció Légolas. Miró confuso a los enanos y después preguntó a Tauriel:

¿Estás herida? Tienes sangre en el brazo.

No es nada. ¿Y los caballos?

Légolas contestó que los había dejado con los otros enanos, en un claro que estaba más abajo y que estos le contaron el plan.

Enhorabuena, enanos —les dijo en voz alta—. Esos orcos se derretirán con la lava de un momento a otro. Y nosotros también si no salimos de aquí.

¿Te has dado cuenta que no es necesario ser más alto que un caballo para derrotar a los monstruos? —lo desafió Bombur.

Contra todo pronóstico, Légolas soltó una carcajada. Quizá tanto tiempo en el bosque sin más compañía que Tauriel y unos enanos insistentes le había hecho cambiar de opinión.

**

La noche cubrió con su oscura capa las copas más altas de los árboles. En el suelo, enanos y elfos se vieron sorprendidos por la repentina oscuridad por lo que decidieron pasar la noche en el claro y partir a la mañana siguiente.

Thorin encendió una hoguera, más para iluminar que para calentar, y repartió los escasos víveres que les quedaban. Hablaban sin parar del oro de las montañas, de orcos y del regreso a la Ciudad del Lago y, a partir de ahí, cada uno tomaría un rumbo diferente.

Después de escuchar un par de canciones de los enanos (algunos de ellos ya estaban dormidos), Tauriel abandonó la pequeña hoguera y se alejó un poco.

Había evitado a Kíli todo lo que le fue posible, y le salió bien. Sabía que, por más que quisiera, ella debía volver al Bosque Negro, con los elfos y los espíritus del bosque, y Kíli a su hogar junto a su familia.

Las pequeñas estrellas parpadeaban con cada latido de su corazón y destacaban, aparte de la leve luz blanca, algunas pequeñas estrellas rojas y un finísimo hilo de humo.

Kíli siguió sus pasos con sigilo. Al contrario que ella, no pensaba en lo que sucedería al día siguiente.

Ella se dio cuenta de su presencia y se giró para mirarlo.

¿Te duele? —le preguntó, señalando su brazo.

No. Los elfos sanamos rápido.


Kíli se sentó en el suelo y ella lo imitó. Ella miraba hacia las estrellas y él le tomó la mano. Tan cálida que la reconfortó.

Te quiero, Tauriel. Pensaba que si un orco me mataba, valdría la pena sólo por salvarte a ti. Iré contigo, o tú conmigo, no importa. No quiero que te alejes otra vez.


Ella lo miró. Los ojos oscuros de Kíli relucían en la brillante noche, y ella pensó en la runa, en la promesa y en lo feliz que era en ese momento junto a él.

De repente, la luz de la noche cambió. Una enorme bola anaranjada se alzó como un pájaro encima de ellos y se posó en mitad de las estrellas.

Lógicamente, Kíli no miraba hacia la luna. Apretó su mano contra la de ella con más fuerza.

Amrâlimê —contestó Tauriel.

Y sin saber lo que les depararía la salida del Sol, se besaron bajo la luna de fuego.


FIN

***

Este relato cumple con el objetivo número 10 (volcán o cataclismo) del #OrigiReto2020. Es una especie de fanfic de "El Hobbit". Me estoy iniciando ahora en la saga y ya sé que elfos y enanos no pegan, pero soy muy fan de esta pareja y quería darles otro final. En teoría, "Amrâlimê" significa "Vuelve a mí", según dicen aquí. Espero que os guste.

Objetivo Criaturas del Camino: 1) Espíritus

Objetos: 19) Canción y 24) Arco

2009 palabras. 7/6 objetivo personal.

Medallas: 2/2 Doble Dragón.

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Comentarios

  1. Hey dear! I loved the post and already followed your blog!
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  2. Ohhh qué acertado. La temática ya me parecía genial jaja pero has metido genial los objetivos, pensaba que al final se iba a ir sin máz pero me encanta que no fuera así😅 un abrazote y que sigas igual de bien el año que viene ^^
    .KATYY.

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    1. Muchas gracias por leer Katty!
      Me alegra que te haya gustado, un abrazo :)

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  3. Buenas noches

    Me ha gustado mucho el fanfic. Es más un fanfic de las películas que de la novela de Tolkien, porque en esta no recuerdo ningún romance (aunque es cierto que la leí hace más de 20 años). En todo caso, un romance enano-elfa, teniendo en cuenta la enemistad entre ambos pueblos es un conflicto que merece la pena explotar en una revisión o en un fanfic.

    Todo está muy bien escrito. En muy pocas líneas, dejas bien clara la actitud de Légolas ante lo que pasa entre ella y Kili. Quizá haya algo de celos, aunque esto puede ser impresión mía.

    Luego, los objetivos y objetos están muy bien incluidos.

    He encontrado unas cosas que te quería comentar.

    a) No sé si te ha colado la apertura de la interrogación al principio: "—¿Ayer no había ningún volcán, verdad, Thorin?" Esa frase me cuadra más así: "—Ayer no había ningún volcán, ¿verdad, Thorin? " La he leído en voz alta y me suena rara como pregunta.

    b) Esto es algo muy sutil, que he visto incluso en algunos libros publicados por editoriales. Además, en tu relato solo lo he visto una vez. Cuando la etiqueta de diálogo no comienza por un verbo de habla, habría que cerrar con punto: "—Amrâlimê, Tauriel, estás aquí —se arrodilló frente a ella." (sería "aquí. —Se arrodilló"). Lo mismo. Lee en voz alta y verás que suena mejor si pones punto. Cuando es "dijo", cuadra más no poner nada. "—Estoy leyendo —dijo Juan." que es como lo pones tú siempre.

    Nada más. Fantástico relato final del origireto.

    Juan.

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    1. Buenos días Juan,
      Muchas gracias por tomarte tiempo en leer mi relato, me lo pasé muy bien escribiéndolo y me alegra que te haya gustado.
      Sí, es más bien un fan fic de las películas. El libro lo terminé anoche y creo que lo releeré más de una vez. Se quedaba tan corta la historia y es tan bonita que me daba pena no seguirla aunque sea un poquito.
      Gracias por darte cuenta de los errores. Los verbos al final de la etiqueta de diálogo los miro mucho (más ahora que estoy con un proyecto largo, para no tener que dar vueltas sobre lo mismo) pero este se me habrá colado.
      Un abrazo y nos leemos el próximo año supongo :)

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