El paseo era todos los días el mismo. A las siete en punto
de la mañana, Esmeralda abría la puerta principal, empujando un poco la reja ya
oxidada, saludaba con un gesto de la cabeza a los tres gatos que vivían allí, y
comenzaba su jornada.
Ese día, si nada fallaba, estaría sola todo el día. Empezó
por el primer pasillo, hacia la izquierda, y con una enorme bolsa de basura
recién abierta, empezó a retirar los ramos de flores ya marchitos. Apenas
habían pasado dos semanas desde el Día de Todos los Santos, pero cada vez hacía
más calor, y, si hacía caso a los informativos, el fin estaba cerca.
Las únicas flores que aún podían aguantar otra semana eran
las más pequeñas y discretas, las baratas, para qué negarlo, pero, después de
doce años en el cementerio, Esmeralda sabía que las tumbas con flores pequeñas
tenían flores durante todo el año. Con la regadera que guardaba en la caseta de
las herramientas, regó sin prisa las flores diminutas, quitando con los dedos
las partes ya marchitas.
Pasó por delante de la “casa” de Milagros y sonrió para sus
adentros. El entierro de Milagros fue el primero al que Esmeralda había
asistido en calidad de ayudante de sepulturero, y fue el peor día de su vida.
Los familiares de la pobre mujer se abrazaban a ella sin parar de llorar,
quejándose, gritando, mientras su jefe le metía prisa porque había que cumplir
con el trabajo. Automáticamente, ella había hecho el trabajo, por supuesto,
pero le dolía todo el cuerpo y la mente de tanto pensar. ¿Para qué vivir? ¿Para
terminar estando toda la eternidad sin luz y en completa soledad?
—Hija, esto es sólo el principio. Con los años te gustará tu
trabajo y te darás cuenta de lo mucho que amas la vida. —Carlos, su jefe, le
dio el mejor consejo de su vida, pero Esmeralda no se dio cuenta en ese
momento.
Los gatos la siguieron durante toda la mañana, hasta que más
o menos notaron que se acercaba la hora de la comida. Esmeralda les ordenó con
la mano que se fueran, que ella aún tenía que terminar de regar el césped.
Obedientes, se colocaron debajo del olmo a esperarla.
El cementerio había sido construido sobre los restos de una
antigua iglesia, y ese olmo estaba colocado justo a la derecha de la entrada de
dicha iglesia. Hace cincuenta años, todas las construcciones viejas estorbaban,
por lo que se derribaron iglesias y casas antiguas para construir encima de
cualquier manera, sin respetar el valor histórico. Era lo que estaba de moda. Eso
había pasado con el cementerio. Carlos lo contaba cada vez que tenía ocasión,
que la antigua iglesia se podría haber mantenido y el cementerio, al lado.
Por suerte, no arrancaron el árbol. Esmeralda veía de vez en
cuando a algún anciano que se sentaba debajo de él y permanecía unos minutos
sentado allí, en silencio. Cuando se levantaba, acariciaba el tronco y se iba.
En cambio, aquel día el ambiente tenía una mezcla entre
inquieto y tranquilo. Cuando había terminado de comer (después de compartir la
comida con los gatos, por supuesto) nadie había entrado al cementerio todavía.
Ni la instagramer que buscaba la tumba más abandonada para hacerse una sesión
de fotos con cara pensativa, ni el señor que iba cada día a hablarle a su
esposa muerta de las cosas que había hecho el día anterior, ni nada.
Unos fuertes golpes en las rejas de la entrada la sacaron de
su distracción. Se acercó a mirar y vio a un grupo de gente gritándole que los
dejase pasar, que el pueblo estaba en llamas.
— ¡La puerta está abierta! ¡No os estoy impidiendo el paso!
En grupos, de uno en uno, intentaron pasar, pero una extraña
fuerza los empujaba hacia atrás y caían al suelo. Parecía como si las rejas
estuvieran electrificadas. J
—No sé qué está pasando, llamaré al ayuntamiento —los
tranquilizó Esmeralda.
Su móvil no funcionaba. En la calle, la gente le intentaba
explicar lo que estaba pasando.
—Hay incendios en todas las casas, en las tiendas… dentro de
los coches.
—Los teléfonos no funcionan, la radio tampoco. ¡Hay gente
que está muriendo! Por favor, diles que nos dejen pasar, aquí estaremos
seguros, por favor…
—Por favor, por favor… —empezaron a suplicar.
¿Qué os deje pasar quién? Estuvo a punto de preguntar
Esmeralda. Un niño cogido de la mano de su padre señaló con su manita un punto
arriba a la izquierda, y entonces ella vio al primero de ellos.
Lo creyese o no, era un ángel. O más bien, cuatro. En las
cuatro esquinas del cementerio. No eran sonrosados y con cabellos rubios como
en sus libros de religión, tampoco tenían enormes alas blancas. Si no
estuvieran flotando como si nada, podrían pasar por hombres normales y
corrientes.
Los gatos, por descontado, los miraban con ojos tranquilos.
Parecía que los ángeles siempre hubieran estado allí, vigilando a los muertos.
—Os salvaréis si respetáis a los muertos —dijo uno de ellos.
Su voz sonó clara y con un sonido muy peculiar parecido a
una campana. Esmeralda pensó entonces que se encontraba en mitad de una
película y, que de un momento a otro, caerían rayos encima de ellos y morirían.
Las personas agolpadas en la puerta se tranquilizaron un
poco al escuchar la voz. Pasados unos momentos, empezaron a pasar por la
puerta, esta vez sin ser despedidos hacia fuera. Los cuatro ángeles se habían
reunido formando un círculo y murmuraban unas palabras en voz baja. Alguna
especie de plegaria, pensó Esmeralda.
La gente empezó a acercarse a ella y a sonreír. Estamos a
salvo, decían sus ojos. Los niños se agachaban a acariciar a los gatos,
tumbados boca arriba.
Otro ruido fuerte sobresaltó a todos. Era una mezcla de
barras de metal, fusiles y pistolas acompañados de gritos de rabia. Un numeroso
grupo de hombres y mujeres, armados hasta los dientes, entraron al cementerio y
empezaron a matar a los otros. La rabia se mezcló con el dolor.
Un golpe en la nuca derribó a Esmeralda tirándola al suelo. Lo
reconoció. Era el hombre que meditaba debajo del árbol.
—El mundo se acaba. El único sitio puro que queda es el
cementerio, y es nuestro.
Esmeralda le marcó la cara con las uñas, presa del pánico.
El anciano le dio una patada en la espalda y se fue. Tumbada de lado, pudo ver
cómo arrancaban las flores, levantaban las lápidas y pisoteaban a los que
todavía quedaban con vida.
Un maullido de agonía se metió dentro de sus oídos y no lo
soportó. Comenzó a llorar desconsoladamente mientras sus ojos se nublaban cada
vez más.
Antes de cerrar los ojos por última vez, un destello de luz
la iluminó. Ya estaba muerta cuando los cuatro ángeles miraron decepcionados
hacia abajo y se marcharon.
—Hemos hecho todo lo posible para salvarlos, pero ellos
parece que no quieren hacerlo.
****
Este relato pertenece al objetivo número 9 (cuenta una historia que ocurra en un cementerio) del #OrigiReto2019
Pegatina de Julio:
Dejo el micro enlazado para que no se pierda por la red xD:
1) Puntos de vista: https://historiasquenofueronniseran.blogspot.com/2019/07/puntos-de-vista.html
Dejo el micro enlazado para que no se pierda por la red xD:
1) Puntos de vista: https://historiasquenofueronniseran.blogspot.com/2019/07/puntos-de-vista.html
Vaya! Eso fue bastante inesperado. Hubo muchas sorpresas en tan corto texto. Pero de alguna forma eso lo hizo ameno y divertido. Suerte con el reto😊
ResponderEliminarMuchas gracias Faby! Me alegra que se te haya hecho ameno :)
EliminarSuerte para ti también!
¡Qué relato más curioso!
ResponderEliminarMe ha intrigado mucho como la historia ha dando tantas vueltas, aunque quizá algo más de desarrollo de los acontecimientos me habría ayudado a estar más cómoda con el camino. Me gusta la parte de los gatos, jajajajaj, tengo debilidad por los gatitos que actúan como dueños del mundo.
¡Un beso y hasta la próxima!
Espero que tú curioso no signifique muy malo xD.
EliminarQuizá debería haberlo alargado un poco más, pero ya te digo que este mes me ha costado hasta escribir una historia medio decente xD.
Gracias por comentar y un besazo :)
Muy buenas!
ResponderEliminarMe ha gustado sobre todo el amor de la protagonista por su trabajo de mantener el cementerio adecentado y el detalle de las flores pequeñas que duran más. Me he imaginado florecitas naciendo en las tumbas como en el señor de los anillos <3
Sin embargo no he entendido bien la parte de las personas que después atacan el cementerio. Pensaba que serían vampiros o algo así y que por eso no podían entrar en suelo sagrado, pero luego resulta que acaban pudiendo entrar al cementerio y no he comprendido muy bien cómo sucede eso o qué tipo de criaturas son.
Me lo he imaginado un poco como que en realidad la tierra se haya convertido en el infierno xD
Un abrazo!
Hola jefa!
EliminarSi, quería poner que el trabajo de cada día no resulta tan vistoso ni se valora tanto como deberia. Por eso las flores pequeñas “visten” menos pero duran más :)
En teoría son personas normales, nerviosos porque el mundo se está destruyendo, los ángeles les permiten pasar al cementerio pero ellos siguen cegados por el odio.
Si, es más o menos eso, de ahí que los ángeles se terminen marchando.
Abrazo de vuelta!
¡Hola!
ResponderEliminarYo destaco un poco también la parte que ha dicho Stiby, me gusta mucho todo el inicio del a protagonista, está muy bien transmitido ese cariño y ese cuidado. Luego quizás sí que la narracion se acelera bastante, pero eso también ayuda a entender que el caos se está abriendo paso.
Me ha gustado, aunque tristemente siempre acabemos igual, destruyendo todo =(
Hola!
EliminarSi, desde el punto de vista de ella empieza el día normal hasta que llega la gente. Por eso va más lento al principío. De todas formas, espero que se haya entendido la historia.
Gracias por tu comentario :)