Lo tienes todo, muchacho


Una de las normas incluidas en el decálogo de la empresa anunciaba:
«El contacto físico está totalmente prohibido en las instalaciones de D&P»
La empresa se había visto obligada a llegar a ese punto después de una sucesión de encuentros fortuitos en los cuartos de baño y en la pequeña terraza detrás de la puerta de la salida de emergencia.
Al jefe del departamento de contabilidad todos esos jueguecitos le traían sin cuidado. Peter Selmy no había llegado donde estaba seduciendo a las secretarias en sus propias mesas de trabajo. Él prefería esperar a la salida, invitarlas a cenar y después que pasara lo que tenía que pasar.
Todavía faltaban unos años para que el tabaco dejara de anunciarse por televisión y el sueño americano empezara a mostrar sus sombras. Sin embargo, hoy todo eso no importa. Quien más quien menos estaba subido en el dólar y nadie, por muy tonto que sea, desaprovechaba una oportunidad. Peter Selmy las aprovechó todas.
En 1956 hizo un curso de mecanografía por correspondencia y cuando lo terminó entró a trabajar como ayudante de contabilidad en una empresa de publicidad. Por supuesto que había tenido que dejar algún que otro cadáver por el camino, decir un par de mentiras sin importancia y, sobre todo, hacer creer a los demás que era imprescindible en la empresa.
Salía del trabajo a las cinco, pero una noche de cada cuatro no dormía en casa.
—¿Hoy también hay cena de trabajo, Selmy? —le preguntó riendo Samuel. Trabajaban juntos y llevaban vidas paralelas. Bueno, casi, Samuel ya se había divorciado dos veces.
—No, hoy tengo que recoger el vestido para Sheila. Hace una semana que lo encargué— contestó Peter entre risas. Apuró de un trago la última copa de bourbon antes de salir del trabajo.
—Ojalá yo tuviera una esposa para regalarle vestidos—Emitió una fuerte carcajada que le hizo toser con fuerza. El humo de los cigarrillos de ambos flotaba en el despacho.
—Eres un triunfador. Yo todavía no tengo un piso en el centro. Sheila quiere que compremos un ático cerca de Central Park, para disfrutar más de la ciudad, y ya no sé qué excusa ponerle.
—Amigo, sabes que con un piso en la ciudad se te acaba el chollo. Ella puede aparecer en cualquier momento y ya no se creerá lo de las reuniones de trabajo.
Peter Selmy se puso la chaqueta del traje y ambos salieron a la calurosa tarde neoyorquina. Samuel paró un taxi mientras Peter caminaba hacia la boutique. Se sorprendió al encontrar a la dependienta con un pañuelo anudado al cuello, a pesar del calor.
Entonces lo recordó. Sí. La noche anterior no se había contenido, precisamente. Habían dejado la habitación del hotel como si una banda de rock hasta arriba de todo hubiera pasado por allí. Aun así, la chica le sonrió cuando él se acercó al mostrador.
—Por suerte, Gabrielle no ha aparecido en todo el día. Ni te imaginas el calor que estoy pasando—Le acarició la mano mientras Peter dejaba cuatro billetes de cien dólares en el mostrador. Peter le devolvió la sonrisa y la siguió con la mirada, admirando sus piernas mientras se dirigía a la trastienda a por el vestido de su esposa.
Ella guardó el dinero en la caja registradora y le envolvió el vestido con cuidado, tardando más de la cuenta. Se estaba empezando a sonrojar, los ojos oscuros de Peter la estaban desnudando con la mirada.
—Espero que le guste—dijo en voz alta. Dos mujeres habían entrado en la tienda—. Su esposa irá guapísima, caballero.
—No lo dudo. Hasta pronto, señorita.
Mientras tanto, a veinte kilómetros del centro de la ciudad, en una casa con un cuidado jardín delantero y dos bicicletas de niño en la puerta, se desarrollaba una escena entrañable. Una mujer de cabello rubio, cortado a la moda, sentada a la mesa de la cocina ayudaba a sus dos hijos con las tareas escolares. Después de casi una hora, por fin había conseguido dormir a la niña, que descansaba tranquila en su cuna.
—Esto es muy difícil mamá. ¿Puedo salir a jugar un rato? Cuando vuelva seguro que sabré la solución al problema.
—De eso nada —Sheila dio una calada a su cigarrillo—. Cuando vuelva tu padre tienen que estar todos los ejercicios terminados.
Resoplando, el niño bajó la cabeza y siguió escribiendo. Danny, el mayor, ya había terminado y su madre le había dejado el periódico para que lo leyera. Quería ser político de mayor. Sheila sonrió al ver el periódico. No por los sueños de su hijo, sino por lo que había pasado en esa misma cocina unas horas antes.
Llevaba ocurriendo hacía tan sólo unas semanas. No sabía determinar cuándo había accedido a hacer tal cosa, pero no se arrepentía. En cambio, sí recordaba con claridad el día que conoció al repartidor de periódicos.
Recordó el grito que emitió el chico al caer de su bicicleta, ella estaba tomando un café en la cocina y salió corriendo a la calle. Fue a ayudarlo como si hubiera sido un hijo suyo el que se hubiera caído. Sin embargo, cuando se acercó a él… fue diferente. No era el típico niño de once o doce años que gasta su propina en un paquete de cromos, él más bien estaba más cerca de…
—Tengo veinte años, señora. Reparto periódicos para pagarme los libros de la universidad. —le espetó, airado. No se había hecho daño alguno, pero le sangraba un poco la rodilla.
Sheila ya tenía su réplica preparada cuando él le sonrió. Se le habían desabrochado dos botones del camisón y el chico la miraba con audacia.
—Hasta mañana, señora.
Le entregó el periódico rozándole las manos.
¿Había sido él quien se pasó por la puerta trasera de su casa al terminar el turno? ¿O fue ella quien se lo pidió? Ya no importaba, no después de aquel primer beso, en el que Sheila volvió a tomar conciencia de sí misma y del hombre que la deseaba.
—No te puedo querer —dijo ella en un susurro—. Estoy casada, y no…
—¿Acaso crees que voy buscando amor? —se separó de ella unos segundos—. El amor no existe, sólo tenemos este momento.
Cada día, antes de despedirse, se contaban algo de sus vidas. David quería terminar la universidad lo antes posible y marcharse a Europa, Sheila esperaba un aumento de sueldo por parte de su marido. Se lo habían prometido hacía unos meses.
—Vendrás conmigo. Lo pasamos bien juntos, lo demás no importa. —Estaba en la cocina, Sheila le había preparado un café y un trozo de tarta de manzana—. Cualquier día de estos me presento en tu puerta con un ramo de flores y le digo a tu marido que me quieres. Y que voy a ser más rico que él, viviremos en París.
—Me asomaré al balcón de nuestro dormitorio y veré los Campos Elíseos —Sheila se sentó en su regazo, le encantaba oírlo hablar—. Me comprarás un enorme anillo de diamantes, y…
David la abrazó y los dos se echaron a reír. Ninguno de los dos debía encariñarse con el otro más de lo puramente carnal, pero eso es algo que sólo el tiempo puede decidir.
—Mamá, ya he terminado. ¿Puedo salir a jugar?
—No, cariño, ya es de noche —Sheila apagó su cigarrillo en el cenicero y se levantó. El coche de Peter ya estaba en la entrada.
Después del efusivo recibimiento de sus hijos, Peter se sentó en la misma silla que horas antes ocupaba otro hombre. Entregó a Sheila el paquete envuelto en papel de seda.
—Peter, es precioso. No tenías por qué hacerlo. —Desplegó el vestido de satén verde y se lo puso por encima.
«A David le encantará», pensó Sheila.
Peter Selmy contempló la escena con satisfacción. Su esposa era feliz, sus hijos también y él… Él tenía el mundo entero al alcance de la mano. 
***
Este relato cumple con el objetivo número 14 (infidelidad) del #OrigiReto2019.
Si queréis más información sobre este maravilloso reto, pinchad aquí  o aquí  
Me he basado en la serie "Mad Men" para crear este círculo de infidelidades, en el que todos creían que eran felices porque tenían dinero y se veían obligados a buscar el amor en otra parte.
Pegatina de Septiembre:







Comentarios

  1. ¡Hola! Me ha gustado el relato, está muy logrado, me ha parecido muy realista. Parece que tenemos un esquema de cosas que cumplir en la vida y que con eso ya seremos felices pero luego la realidad es diferente.

    La única pega que le he encontrado es que has cambiado de narrar en pasado a narrar en presente cuando dices "hoy todo eso no importa. Quien más quien menos está subido en el dólar" y eso confunde un poco. Pero por lo demás me ha enganchado la narración.

    ¡Un saludo!

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    1. Hola Esther!:
      Gracias por tu tiempo y por tu comentario. Pues sí, parece que cuando ya tenemos todo eso ya vamos a ser felices para siempre y no es así. De ahí el cúmulo de infidelidades xD ella sería más feliz con el chico y él yendo de flor en flor.
      Ya está cambiado el error, ¡gracias por avisar!
      Un saludo :)

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  2. No conozco la serie, así que no puedo comparar xD, pero me ha gustado mucho el relato ^^ genial la imagen que creas con los campos Eliseos imaginandose juntos en el balcón de un supuesto hotel... y bien el objetivo de infidelidad :P me gusta como hablan de la edad y exponen lo que hay xD. Enhorabuena :3

    .KATTY.

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    1. Muchas gracias por comentar Katty, parece que lo tienen todo y al final ninguno de los dos está satisfecho con su vida xD
      Un abrazo jefa :)

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