El león y los zafiros

¿Cuántos días llevaba ya en la Fortaleza Roja?
Una semana, o diez días, no lo sabía. Le habían hecho una mano postiza, tal como él quería, y de acero dorado, para ser más precisos. Al principio le había parecido demasiado ostentosa, pero, ¿qué importaba? Para vestir el atuendo de la Guardia Real y vigilar el castillo no necesitaba una mano discreta.
Al menos había desaparecido el insoportable picor y el mal olor de la mano fantasma. No le llevó más de un par de días valerse por sí mismo del todo, como cuando tenía las dos manos.
Aun así, Jaime Lannister sentía que ya no encajaba.
«Estoy en casa», se repetía a cada momento. Su hogar, su ciudad, Cersei.
Todo lo que había echado de menos en los meses que había estado secuestrado lo tenía al alcance de la mano, aunque resulte irónico.
El recibimiento fue… extraño. No esperaba una ceremonia con honores ni banquetes en su honor por su vuelta, pero al menos hubiera querido un poco de compasión. Lo observaban como si de un animal extraño se tratase, y todo porque había perdido una mano. Él seguía siendo el mismo, pero nadie se daba cuenta.
Cersei menos que nadie.
Nunca lo había besado con menos pasión que la noche de su regreso. Cuando pudieron quedarse solos, ella apagó las velas de la habitación e hicieron el amor a oscuras, como nunca lo habían hecho. Procuraban guardar las formas delante de la gente, pero en la intimidad todo eran palabras y luz. Ahora era al revés. Hablaba con él en público como siempre, pero no se habían dicho ni una sola palabra de cariño desde su vuelta.
Jaime, por su parte, había dejado de buscarla por el castillo para robarle un beso. Su cuerpo ya no se lo pedía. Bastante tenía con aguantar con dignidad las miradas y los susurros de la gente.
Luego estaba ella, claro. Su salvadora, la que lo había traído de vuelta a Desembarco del Rey.
Brienne se encontraba todavía en el castillo. Curiosamente, Cersei le había ofrecido quedarse todo el tiempo que necesitara.
No se habían vuelto a cruzar desde que Brienne lo dejase a las puertas de la Fortaleza Roja y los guardias acudieran a él, preguntándose quién era ese hombre manco y sucio. Mejor dicho, la evitaba. Intentaba no coincidir con ella en las comidas ni en el patio y hasta el momento le había resultado bien.

—Quiero pelear —Tyrion recibió la noticia sorprendido, mientras ambos bebían una copa de vino en uno de los balcones—. Estar todo el día paseando me está consumiendo.
—Eres el mejor espadachín del Reino, Jaime. No necesitas pelear. Eso dejáselo a los soldados, tú ya tienes ganada tu reputación.
—No soporto tener los dos brazos inútiles, Tyrion. Ya he pensado quién puede enseñarme —miró a su hermano.
—Es un mercenario, Jaime. Tienes demasiada clase para él —dijo riendo.
—Pero sabe pelear. Si le pago bien, me enseñará.

Fue más fácil decirlo que hacerlo. La Fortaleza Roja era enorme y tenía muchas habitaciones vacías, pero en ninguna de ellas podía entrar Jaime sin que alguien (ya fuera una doncella o un centinela) lo viera. Por tanto, las clases deberían tener lugar en el exterior.
Bronn aceptó encantado buscar un lugar por unas pocas monedas más.
Llevaba más de una hora esperándolo cuando Brienne apareció en el patio acompañada de un centinela. No había manera de que ella se deshiciera de la espada, aún estando en un sitio seguro. Esta vez no pudo esquivarla.

Sir Jaime —dijo ella—, me alegro de verle.
—¿En serio? Estoy esperando a que un delincuente me enseñe a usar la espada, esta vez con la mano que no tengo cortada. Si eso la alegra no sé qué pensar de usted.
Sólo pretendía ser educada, pero ya veo que eso no es posible tratándose de usted. Ya no tendrá que verme más por su castillo, me voy en tres días.

Dicho esto, le dio la espalda y se alejó. Jaime no recordaba que caminase con tanta dignidad. El encuentro le sirvió para sentir rabia, que emplearía con la espada. ¿Por qué tenía que ser siempre tan correcta? ¿De verdad se alegraba de verle? Entonces, ¿por qué no había ido a buscarlo antes?

Le ha hablado como el culo. Si no llega a ser por ella usted sería comida para los buitres, por lo menos. Y gracias por lo de delincuente, me honra Bronn había estado detrás de él el tiempo suficiente para escuchar la conversación.

Jaime resopló. Más le valdría haber encontrado un buen sitio para practicar.
Que dos personas compartan los mismos pensamientos es algo bastante inusual a no ser que estén conectadas de alguna manera. Mientras Jaime practicaba con la espada con su mano izquierda, consiguiendo más fracaso que éxito, Brienne paseaba por las mazmorras.
Al principio le pareció escalofriante ver aquellas enormes cabezas de dragón colgadas de las paredes, pero se acostumbró rápidamente. A cosas peores se había tenido que enfrentar a lo largo de su vida. Diez hombres contra ella, heridas que tardaban semanas en cerrar y hasta un oso cuyas garras todavía tenía marcadas en su espalda.

Pero nada más difícil que enfrentarse a Jaime Lannister en la posada del Caracol Serpenteante. Cuando entró en su habitación, ella sintió deseos de salir corriendo escaleras abajo para huir de él. No soportaba que la mirase tan fijamente como lo hacía. Tuvo miedo hasta que la besó. Entonces sintió terror. No sabía qué hacer, sólo sentía que no podía respirar y que el corazón le iba a explotar.
Sin embargo, él fue… Se sintió querida.
Apenas llegaron a la ciudad y él se estaba comportando con ella igual que antes. Le hablaba con frases altaneras, parecía que estaba deseando que se marchase de allí.

—Maldito imbécil —se dijo a sí misma. No lloró, era demasiado fuerte, pero no pudo evitar que una pequeña lágrima asomase.

Se reconfortó pensando que en tres días volvería a los caminos y a cumplir su misión. Con suerte, no volvería a verlo jamás y su rostro se borraría con el tiempo de su cabeza.

Lo que más le apetecía la tarde antes de su partida era asistir a un banquete. Llegaron invitados procedentes del Sur y la reina sería la anfitriona de una fiesta que seguramente duraría toda la noche. Brienne no se preocupó, cenaría y se retiraría en cuanto viese la menor oportunidad. Ya le había agradecido a Cersei en repetidas ocasiones su hospitalidad, y notó que esta la miraba con suspicacia. Como si tuviera una pregunta y no se atreviera a formularla.
Ya estaban todos sentados en sus respectivas mesas cuando apareció la reina y su hijo Joffrey, el futuro rey. Cersei iba vestida con un vestido de seda de color rojo oscuro con bordados en las mangas. Orgullosa, miraba por encima del hombro a un lado y a otro hasta que llegó a su mesa.
Brienne sabía que no podía competir con ella. Nunca había vestido un traje tan elaborado, ni caminaba como lo hacía una reina. Por eso Jaime la prefería a ella, estaba claro. Cuánto tiempo había perdido haciéndose ilusiones.

¿Se encuentra bien, señora? le preguntó Pod, su escudero.
—Sí. Sólo quiero que esto termine pronto y marcharnos. Esto no está hecho para mí.

Pod levantó su vaso de cerveza y asintió.
En el otro extremo del salón, la cena no estaba siendo demasiado entretenida. Todos comían con avaricia y la conversación no era muy amena. Jaime, sentado a un extremo de la mesa, no tenía hambre. El vino era mejor.
Él siempre había disfrutado de esas reuniones, hablar con desconocidos, mostrarles el castillo. Hasta se permitía cortejar a alguna mujer delante de Cersei, claro que, después, se lo compensaba con creces. Lo que desconocía era que esas fiestas no han cambiado en absoluto, lo había hecho él.
No era el mismo, y no por el hecho de ser manco.
Sus ojos se iban sin permiso a la mesa de Brienne. La observaba comer y reír con su escudero. Su orgullo le impedía sentarse a su lado. ¿Deseaba hablar con ella? Sí, y también repetir lo que pasó en la posada. Nunca, en toda la vida que llevaba con Cersei, le habían temblado las manos y los labios al estar con ella. Con Brienne, en cambio, se sentía como un crío estúpido.
Su mente empezó a elaborar un plan. 
 
Un plan de fuga que podría salir mal, por supuesto.
Como no disponía de mucho tiempo y sabía que no podía hablar con ella delante de tanta gente, se retiró a su habitación enseguida. Abrió el candado del baúl donde guardaba las armas con la mano izquierda y metió en un saco varios cuchillos y algo de ropa. La espada colgaría del cinto, como siempre.
Después, se sentó a su mesa y escribió torpemente una breve nota. No quería pensar demasiado en lo que estaba haciendo, ya que tenía muchas cosas que preparar y un imprevisto podía paralizarlo todo. Salió de la habitación y metió la nota debajo de la puerta de la habitación de Brienne. Sintiéndose un ladrón, a pesar de estar en su propio castillo, bajó con cuidado a las caballerizas. La fiesta todavía no había terminado.
Los caballos estaban adormilados y no se asustaron al verle. Una vez elegido el caballo que le acompañaría, subió inmediatamente a su habitación. Estaba convencido de que el animal aguantaría las pocas horas que faltaban para el amanecer con la puerta entreabierta.
Se tumbó en la cama pero no pudo ni tan siquiera cerrar los ojos. Había decidido poner fin a su vida como rico heredero para convertirse en poco menos que un proscrito. Y acompañado (suponía) de una mujer con la que no paraba de discutir, pero que no había manera de arrancarla de su cabeza. No obstante, ninguna célula de su cuerpo le decía que no lo hiciera o que estaba actuando como un loco. Simplemente, aceptaba su destino. Eso era lo que debía ser, y así sería.

El cielo comenzó a ponerse de un color gris oscuro y el viento amainó. Sería un día despejado. Brienne movía su peso de una pierna a otra intentando entrar en calor. Pod ya había leído la nota y esperaba a su lado, impaciente. No quería hablar con Brienne si Jaime al final no aparecía.
Un chirrido de puerta sin engrasar hizo que ambos dirigieran la vista hacia el origen del ruido. Jaime Lannister, unos días antes envuelto en una capa de seda blanca, aparecía ahora con una vieja manta sobre los hombros y llevando de las riendas a un caballo un poco escuálido, pero fuerte.
Su dorada mano derecha arrancaba destellos a la débil luz que estaba saliendo y Brienne jamás lo había visto sonreír de manera tan sincera. ¿Por qué no corría a sus brazos? Estaba petrificada. Lo quería, sí, se convencía de ello a cada paso que él daba hacia ella. Pero no se podía mover.
Ya lo hizo él.
Sin darle tiempo a hablar, la besó. Tenía la cara fría. Correspondió a su beso y lo abrazó. Ambos sabían que en cuanto el abrazo se deshiciera, empezarían a discutir, y que el fuerte carácter de ambos provocaría más de una pelea.
Ahora el problema era el siguiente: ¿qué camino debían tomar?

—Te buscarán, y empezarán por el Sur que son los caminos que mejor conocen. Deberíamos ir hacia el Norte.
Ya no les importo, Brienne. No importa donde vayamos. Además, no aguanto el frío. Odio el Norte. Vayamos a las Tierras de los Ríos.

Pod cabalgaba detrás de ellos, rezando a los Siete Dioses por una sordera que le permitiese descansar de las discusiones de este par de enamorados.


***
Este relato cumple con el objetivo número 5 (fuga) del #OrigiReto2019.
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Pegatina de Noviembre:

 





Comentarios

  1. ¡Hola!

    No se me habría ocurrido shippear a Brienne con Jamie. Me ha gustado mucho el relato, es muy ameno y fácil de leer. Tiene muy buen ritmo.

    Lo de tenerlo todo al alcance de la mano ha sido un puntazo. También me ha gustado la parte inicial, cuando describes la frustración que Jamie siente al ver que todos le tratan de forma diferente por tener una mano. El sentimiento está muy bien reflejado.

    Un saludo :)

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    1. Hola Marga!:
      Pues si pones Braime en cualquier sitio, encontrarás gente igual de flipada que yo con esta relación xD al final no les sirvió de nada, pero imaginando o escribiendo estas historias te quitas un poco la espina :)
      Muchas gracias por leer y comentar :)

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  2. ¡Hola! Vaya, he estado todo el tiempo pensando que sería el objetivo del fanfic, y resulta que no.

    Me gusta este pairing, no te lo voy a negar, no hay manera de leer "Tormenta de espadas" y no pensar que estos dos tienen algo. Aunque en tu relato acaba más bonito. Pero jo, me has dado ganas de releer las novelas. ¡Hasta otra!

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    1. Hola :)
      De los objetivos que faltan, si no metía algo de fanfic no se me iba a ocurrir nada para escribir xD.
      Desde que leí las primeras escenas juntos me encantaron, además como discuten tanto parece que se quieren más xD. Me hubiera encantado que terminasen juntos, a ver si Martin cuando publique los libros (allá por el año 3000) les hace justicia :)
      Un saludo y gracias por tu comentario :)

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  3. Un relato muy medieval adaptado para una historia de amor. Me gustó mucho que terminaran fugándose. Viva el amor.

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    1. El final que ambos merecían :) muchas gracias por comentar Raquel

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