La nueva vida de Alonso de León

 

14 de Noviembre del Año de Nuestro Señor de 1676

Nueva Galicia

¿Desea más vino, señor? —pregunta el agradable muchacho de piel cobriza. Llevo años aquí y todavía me resulta exótico este acento con las palabras casi arrastradas.

No, gracias Fernando, puedes retirarte.

Lógicamente, Fernando no es su verdadero nombre. Hubo que rebautizar a todos los esclavos, ya que es imposible para nosotros pronunciar esas vocales tan extravagantes. También nos hace sentir casi en la Corte Española a pesar de encontrarnos en un país extranjero.

Aunque Fernando casi podría pasar por español ya que no tiene la piel tan oscura como muchos de sus congéneres. Cierra la puerta con cuidado, como siempre, y me deja solo.

Me acerco a la mesa para revisar la correspondencia y tomo con cuidado la última carta del Convento de las Clarisas, a pesar de que llegó el verano pasado. De nuevo sin noticias. Probablemente nunca sepa nada más de ella.

José de Orbe, mi superior y responsable de mi estancia aquí, me espera para cenar dentro de un par de horas. Siempre cenamos los dos solos y, por el momento, lo agradezco. Se me hace difícil comer delante de otras personas fuera de mi país.

Podría ser por el tipo de comida, pero no. Alonso de León siempre ha tenido un apetito voraz y no le hacía ascos a nada. Mi madre tenía que apartarme de la mesa para que dejase algo de pan a mis hermanos pequeños.

Hasta que tuve que salir a la calle a buscarme mi propio pan, claro. Era la imagen habitual en esa época, ya tan lejana para mí, multitud de niños haciendo pequeñas trampas para poder comer algo. A los niños siempre nos daban una colleja o una patada, las niñas eran más listas y conseguían más comida.

Por lo tanto, las seguíamos hasta los conventos o las casas de los nobles. Siempre tenían algo para unas niñas hambrientas, así de paso, limpiaban sus conciencias. Recuerdo que se reunían con nosotros más tarde y repartían el botín. Ninguno quedábamos satisfecho, pero engañábamos al estómago.

¿Cuántos años duraría aquello?

No podría decirlo con seguridad. Cuando le robé el primer beso a Juanita ya era casi igual de alto que mi padre, eso sí lo sé. Y Juanita era de las que abrían mucho los ojos y daba mucha pena, a veces hasta le daban pasteles. Siempre le daban mucha comida.

Si los acontecimientos hubieran seguido su curso natural, yo sería un pobre desgraciado pero estaría casado con Juanita. Habríamos tenido muchos hijos porque a ella se le daba muy bien cuidar a sus hermanos pequeños, mejor que a su madre incluso.

Sin embargo, Dios se cruzó en nuestro camino y nos cambió los planes.

Mis padres conocían a Juanita y ya la aceptaban como mi futura esposa, y yo trabajaba día y noche para poder casarme e irme a vivir con ella a cualquier sitio, hasta a un establo, pensaba en aquel entonces. Cuál fue mi sorpresa cuando un día, al ir a visitarla a su casa, su odiosa madre me dijo que había entrado como novicia en el Convento de las Clarisas.

Su auténtico deseo siempre ha sido servir a Dios, no a un pobre como tú, Alfonso La desgraciada nunca fue capaz de aprenderse mi nombre—. Ya sabes lo que les pasa a los hombres que se acercan a un sitio sagrado con malas intenciones.

Me miró asqueada y cerró la puerta. Nunca estuve más confuso que en ese momento, así que no recuerdo muy bien lo que hice.

Juanita me quería. A Juanita no le gustaba ir a misa, decía que le daba sueño. Juanita decía que nuestra primera hija se llamaría Mercedes…

Ojalá me hubiera cruzado con alguien que me hubiese detenido.

Ojalá hubiera sucedido así, pero no, fue bastante peor.

Perdí la conciencia después de la primera paliza, de lo cual me alegro. Desperté cuando gritaron mi nombre y mi sentencia:

—El Tribunal de la Inquisición le condena a morir en la horca. A pesar de ser cristiano, no ha respetado las leyes que impiden a hombre alguno acercarse a lugar sagrado en el que viven siervas de Nuestro Señor.

Tenía los ojos hinchados por los golpes por lo que no pude ver los rostros de mis carceleros. Si la sentencia hubiera sido rápida, lo habría agradecido y hasta alabado la eficiencia de la justicia de Dios. En cambio, pasé semanas aislado en la más completa oscuridad. Encadenado de pies y manos, sólo recibía un cuenco de agua sucia (ellos lo llamaban sopa) al día. Ni siquiera tuve un compañero con el que compartir desgracias.

Escuchaba los gritos de los demás presos y me unía a ellos. A medida que pasaban los días, los llantos cambiaban a risas histéricas. Era bastante peor.

Tampoco recordaba cuál fue mi delito. Quizá me acerqué al convento y rompí alguna ventana, no lo sé. ¿Maté a alguien? Lo dudo.


La luz (en forma de sombra, aunque suene irónico) vino a mí una noche cualquiera. El carcelero encargado de abrir la pesada puerta se quedó a mi lado mientras yo succionaba el asqueroso cuenco. A través de la llama de la antorcha vi que tenía el pelo muy limpio, al igual que la cara.

Tampoco estaba delgado, a pesar de que todo el mundo pasaba hambre en aquellos días, hasta los que tenían un trabajo. Sonreía satisfecho.

—¿Qué mira? Si quiere le invito a cenar —repliqué.

—No será necesario. De hecho, seré yo el que le invite a comer, mañana, si todo va bien —dijo con voz firme.

En aquel momento no tenía ni fuerza ni ganas de replicarle, por lo que lo dejé estar. Es normal volverse un poco loco en una situación así. Se acercó más a mí y entonces noté algo raro: iba solo. Normalmente iban dos guardias, para meternos miedo, hacernos callar o cualquier cosa que se les ocurriese.

—¿Alonso, cierto? Pareces, mejor dicho, parecías fuerte antes de entrar en prisión. ¿Qué te parecería salir de aquí y empezar una nueva vida fuera de España?

—Que delira —me mareé un poco. Olía bien a pesar de la ropa gastada. Ese hombre no era carcelero.

—Tengo dinero y un barco de unos mercaderes flamencos que desean comerciar en el Nuevo Mundo. Siempre bajo la protección de la Corona española, por supuesto. Sin embargo, tus compatriotas no verán ni una miserable moneda, te lo garantizo. ¿Te gusta mi plan? —sonrió. También tenía los dientes perfectos y eso ya me asustó.

—¿Cómo va a hacer eso? Me matarán en unos días así que no se moleste.

—Ojalá y fueran a matarte —dijo con sincera preocupación—. Te dejarán morir de infección y de hambre, igual que a todos. ¿Cuál es su respuesta, señor De León?

—Si voy a hacer tratos con usted, qué menos que saber su nombre.

—Oh, claro, disculpe. Soy José de Orbe, para servir a Dios y a usted —me tendió la mano y se la estreché.

Estaba congelada.

Notó mi rechazo y se disculpó, prometiéndome volver al día siguiente a la misma hora.

No dormí aquella noche y cuando llegó horas más tarde acompañado de un pobre preso como yo, mi corazón se aceleró.

—Lo necesitarás —dijo tumbando al hombre en el suelo a mi lado—. Los primeros minutos son… caóticos.

—¿Qué diablos quiere? No voy a matar a nadie.

—No lo harás. El pobre ya está casi muerto. Lo que necesitas es comida.

Entonces lo supe. Si hubiera tenido algo en el estómago, lo habría vomitado. José de Orbe era un vampiro y qué mejor manera de conocerlo que dejarme morder por él.

De todos modos, no tenía nada que perder.

Echando la vista atrás, recuerdo que no fue tan doloroso como yo creía. Cerré los ojos y sentí como si, literalmente, me cortaran la cabeza. Noté la sangre caliente bajar por mi cuello y nada más. Me desmayé, supongo, y cuando desperté ya estaba fuera de prisión.

José de Orbe me dijo que había dejado seco al que fue mi “primera comida”.

Me escondió en su casa y ahí empezó la primera de mis eternas noches en vela.

—¿Nunca moriremos? —le pregunté.

—En teoría no. A no ser que alguien nos clave una estaca en el pecho recitando una plegaria tan antigua que nadie la recuerda ya. El Nuevo Mundo es nuestro, Alonso. ¿Sabes lo que es un territorio sin explorar? Yo tampoco. Estoy deseando conocerlo.

—¿Podría acompañarnos…?

—¿Una mujer? Claro, siempre tiene que haber una mujer. ¿Cuál es su nombre?

—Juanita.

—Bien, pues Juanita esperará a que te asientes en tu nuevo país y hagas algo de fortuna. Entonces vendrá. Mientras, no, lo siento. Es un viaje muy peligroso y no hay garantías de que sobreviva.

—¿Lo dices por ti?

—Para nada. Más bien por ti. Por mucho que la quieras todavía eres nuevo en esto y no te controlarías. Escríbele una carta y le cuentas nuestro plan. Todo no, por supuesto.

Le envié varias cartas en los dos meses siguientes y no recibí respuesta alguna. Aunque resulta curioso que, una vez instalado en mi nueva casa y ya con un nombre reconocido en estas tierras, me enviasen una.

Agradecían mi interés y mis próximas aportaciones monetarias, pero no había ninguna monja con ese nombre. O eso decían.

José de Orbe me tranquilizó. Me dijo que teníamos todo el tiempo del mundo para volver a buscarla cuando nuestra posición fuera más estable. Me reconocería, porque tendría el mismo aspecto. Esta idea me asustó al principio, pero siendo sincero, tiene más ventajas que inconvenientes.

La travesía hacia México fue más tranquila de lo que creía al principio. Los primeros días sufría por la pobre gente inclinada en la cubierta vomitando, pero después de la muerte de algunos de ellos, mi pensamiento cambió.

Al igual que ellos tenían en la bodega reservas de vino y pan duro, nosotros los teníamos a ellos.

Pasaron semanas antes de que consiguiéramos una buena casa para vivir. El dinero no bastaba, querían referencias de nuestra procedencia. Aquello empezó a parecerse a España por la interminable lista de trámites a realizar. Vivimos unos meses en un campamento con otros exploradores hasta que conseguimos una autorización para instalarnos en la enorme villa que ocupamos ahora.

Obtuvimos una posición respetable dentro de la ciudad, por lo que nuestras excentricidades no les eran extrañas a nuestros sirvientes. Por ejemplo, ninguno de los dos salía de la casa hasta que el Sol no empezaba a declinar.

—Crearemos ciudades sin el olor a antiguo de España. Esta gente aprende rápido, son hábiles y harán lo que queramos. Tengo mucha esperanza en la próxima expedición. Sabes que el tiempo no es un problema —me dice mientras nos sirven la “cena”.

—Esta gente tiene hijos que crecen y luego mueren. Y nosotros aquí —contesto alzando mi copa vacía—, viéndolos ir y venir a través de los años.

Me contesta con una sonrisa mientras mastica un trozo de carne. A mí todavía me repugna comer cualquier cosa que no sea sangre, pero es cuestión de tiempo.

FIN

***

Este relato cumple con el objetivo número 3 (historia centrada en religión) del #OrigiReto2020

Objetivo Criaturas del camino: 7) Vampiro

Objetos: 1) Estaca y 16)Flamenco (de Flandes, no el pájaro)

1843 palabras. 5/6 objetivo personal.









Comentarios

  1. Buenas noches

    Ya he leído tu relato. Lo primero que te confieso es que tengo debilidad por esta época histórica, los siglos XVI y XVII, en particular, en España o en la zona que esta dominaba. Así que me ha gustado mucho tanto el estilo como el tono y los personajes.

    Por otro lado, veo muy bien introducido el tema de los vampiros en este relato. Le pega mucho que se vayan al "Nuevo Mundo" para vivir una nueva vida y buscar la forma de escapar de la iglesia y de las habladurías.

    Enhorabuena y un saludo.

    Juan.

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    1. Hola Juan:
      A mí también me encanta esa época y llevo mucho tiempo sin leer algo de ella. Parecía que el mundo estaba por hacer y aún hoy arrastramos cosas de aquella época. Si te interesa, la serie (también está el libro) de Inés del alma mía va de esta época y está genial. La serie está en Amazon aunque creo que la van a emitir en TVE pronto.
      Muchas gracias por tu comentario y me alegro que te haya gustado :)
      Un saludo!

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  2. ¡Hola!
    Me ha sorprendido mucho este relato puesto que por la época en que lo ubicas jamás hubiera imaginado qué eran los protagonistas. De hecho he tenido que releer el pasaje de la prisión porque ese giro me ha dejado estupefacta.
    Me parece que has cumplido muy bien con el objetivo, utilizando todos los apellidos que tenía el cristianismo en el siglo XVII en España: desde la cultura social hasta el Santo Oficio.
    Brillante como sacas a los protas de una espiral infinita de rechazo para ofrecerles un nuevo futuro en un nuevo mundo. Me quedo esperando la segunda parte, me intriga saber que fue de Juanita.
    Me ha desconcertado un poco que los signos de interrogación estén al revés, pero supongo que será una cosa del formato.
    ¡Es un gran relato!

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    1. Hola!:
      Lo primero gracias por pasarte a leer y comentar :)
      Me encantan los vampiros y la época de la Inquisición así que decidí mezclarlos. Parece que está más de moda meter vampiros en épocas actuales así que un vampiro "antiguo" también tiene su cosa. Además Alonso ya estaba peor que muerto y se le aparece "Dios" en forma de mordisco xD para crear una nueva vida.
      Me gusta investigar y mezclar nombres hasta que sale el del personaje, y con las épocas antiguas más todavía.
      No había pensado en segunda parte, de hecho tampoco tengo relato para este mes, así que igual le doy una vuelta que la pobre se ha quedado atrás.
      Lo de las interrogaciones es cosa de la fuente, me gusta esta pero salen los signos estos mal xD
      Muchas gracias por tus palabras y nos leemos :)

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  3. Me ha gustado mucho tu relato. El que sean vampiros me ha sorprendido, pero no descolocado. No es incoherente, y le da un giro a la historia muybpeculiar y único.
    Me ha recordado a las crónicas vampiricas que leí hace la tira de años.
    Muy bueno el relato.
    Saludos y nos vamos leyendo.

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    1. Hola!:
      Muchas gracias por tus palabras, la verdad es que yo creo que ha habido vampiros en todas las épocas xD me alegra que te haya gustado y no lo hayas visto demasiado raro. Yo también leí las Crónicas hace mil :)
      Un saludo y nos leemos :)

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