Ethan y Daphne


 

 ¡Hola!:

Este es el primero de los cuatro relatos propuestos por Celia Añó en su reto de cabañas para este verano. Nos dio seis opciones y hemos elegido cuatro. Para este primer relato he escogido la opción de qué pasaría si un personaje entrase en el último libro que has leído y cómo cambiaría la trama.

Mi último libro leído ha sido "Rebeca", un libro bastante serio y con pocos personajes. 

Espero que os guste este cameo, yo me lo he pasado muy bien escribiéndolo. 

 

Manderley estaba deslumbrante, tal y como lo soñé durante años. Sus puertas abiertas recibían invitados sin parar mientras la orquesta ejecutaba una pieza tras otra.

Después del incidente con mi vestido, finalmente decidí no quitármelo. Era una copia exacta del traje de novia de Monica de Winter y me había costado casi un centenar de libras. Maxim se volvió airado cuando me vio bajar las escaleras de nuevo, esperando seguramente que llevase puesto un vestido cualquiera.

Quizá me estaba pasando de orgullosa. No lo sé con seguridad. La cuestión es que cada persona que cruzaba el umbral de Manderley me felicitaba con una sonrisa en los labios. Al principio finjía, no lo niego, pero después, tanto las sonrisas como las palabras de bienvenida me salían de forma natural.

Juglares, indios y una extraña mezcla de cortesanos paseaban por los pasillos de la casa. No conocía a nadie, en cambio, todos parecían conocerse entre sí o al menos lo intentaban. Este baile suponía una válvula de escape en sus monótonas vidas. Aquí no existía la etiqueta ni la formalidad, dentro de unos límites adecuados por supuesto.

Busqué con la mirada a un camarero para recoger otra copa de champán. Lo encontré al final de la sala y me dirigí a él. Con tal mala suerte que a alguien se le había derramado algún líquido en el suelo de madera y resbalé. Casi caí de espaldas. Y digo casi porque un caballero se apresuró a recogerme por los brazos e izarme de nuevo.


¿Se encuentra bien, señorita? ¿Le traigo algo?


Me giré para verle la cara y darle las gracias. Enseguida se echó encima de mí un tropel de máscaras y caras extrañas preguntándome si estaba bien. Antes de ver desaparecer su larga melena negra, oí que una mujer le decía:


¿Señorita? Ethan, por favor, si es la señora de Winter. No vuelvas a acercarte a ella.


Finalmente alguien me trajo una copa de champán. Maxim ni se dignó a preguntar si me había hecho daño, aunque lo había visto todo.

Creo recordar que pasó cerca de media hora cuando la orquesta cambió radicalmente de tono.

Me encontraba en una de las mesas del catering comiendo algo. La noche, aunque divertida, se estaba haciendo bastante larga. Las primeras parejas empezaron a bailar el vals en la pista, no vi a Maxim por ninguna parte y tampoco pensé en buscarlo. De qué poco me sirvieron las clases de baile que di las últimas semanas, pensé.

Entonces una mano conocida se apoyó en mi brazo.


Señora de Winter. Espero que ya se le haya pasado el susto.


De cerca, y sin la perspectiva de estar cayéndome al suelo, era aún más guapo. Vestía un pantalón negro de talle alto con una blusa blanca de volantes. Un clavel de un rojo intenso pendía con un discreto alfiler en la pechera. Un atuendo normal, dado que era una fiesta de disfraces. Destacaba por su juventud, su cabello oscuro y pulido y sus ojos, que en ese momento me pinchaban como alfileres.


Disculpe, no me he presentado. Soy Ethan. No le digo mi apellido, si alguien se entera de que estoy aquí puedo provocar un escándalo.


Me tendió la mano.


Puede llamarme Daphne. Alguien que me ha salvado de hacer el ridículo más espantoso no merece que lo trate con formalismos.


Me sonrió. Quise saber su verdadera identidad. La mayoría de los invitados iban por su cuenta y estaba segura de que ni siquiera Maxim los conocía a todos. Desconocía por qué la presencia de este joven provocaría un escándalo.


¿Le apetece bailar? Si no está esperando a su esposo, claro.

No vendrá —contesté cortante.


Afortunadamente nadie nos prestó atención. Entre las copas de más, las máscaras y los extraños grupos que se formaban otra pareja más bailando no llamó la atención. Ethan se movía con firmeza y agilidad. Al principio mantuvimos las distancias, pero a medida que pasaron los minutos nos acercamos más y estuvimos menos pendientes de los pasos de baile. El reloj de pared del salón dio las cuatro.


Falta una hora para que comiencen los fuegos artificiales —dije en voz baja.


Como anfitriona, debía ser la primera en dirigirme al jardín para contemplar los cohetes. Cuando el espectáculo terminase, la orquesta dejaría de tocar y los invitados se irían.


No se preocupe. Seguro que tiene una biblioteca en esta casa, ¿me equivoco?


Se acercó tanto a mí que su cabello rozó mis mejillas. Ni siquiera en los momentos más apasionados con Maxim me sentí tan indefensa y fuerte al mismo tiempo.

Tuve la discreción de salir yo primera del salón de baile, él me siguió minutos después. Cerré la puerta de la biblioteca y eché la llave.

El primer beso casi me deja sin respiración. Contenía a su vez tanta pasión y tanta dulzura que sentí explotar mi corazón. Las manos de Ethan eran tan fuertes que creía que rompería la mesa de caoba sobre la que estábamos apoyados.

Transcurrieron unos minutos y empezaron los fuegos artificiales. Lo supe porque la ventana se iluminaba con destellos azules, rojos y verdes. Las exclamaciones de admiración de mis invitados se filtraban a través de la puerta.

Como si de un golpe se tratara, me di cuenta de mi realidad. Antes o después debía volver junto a mi marido, aunque sabía que después de aquella noche nuestra relación tomaría un rumbo diferente.

Entonces Ethan me habló. Me dijo su procedencia y su apellido y ahogué un gemido. ¿Cómo era posible que alguien como él estuviera aquí, en Manderley?


Ojalá pudiera ir contigo —le contesté.

¿Qué es lo peor que puede pasar, Daphne? Te denunciará por abandono de hogar si nos vamos ahora mismo. No tiene pruebas de que hayas cometido adulterio. Tampoco tenéis hijos en común, lo que facilita las cosas.


Ahora o nunca, me dije. Mi futuro se decidiría en unos minutos. Una larga vida sin amor junto a Maxim o irme de la mano de un casi desconocido cuyo cuerpo ya conocía mejor que el mío propio.

Los fuegos artificiales están terminando. Necesito tomar una decisión. Me tiemblan las manos y no sé qué hacer.

A ti, lector, que has llegado hasta el final, ¿qué harías?


 

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