Estos, a su vez, también gritaban sin cesar mientras
empujaban a los cuidadores que salían a por ellos. A Ryan la boca le sabía a sangre y tenía arañazos en los brazos.
Antes de esto, Brandon había visto que en el comedor estaba escrito con una
mezcla de gachas, sangre y polvo un pasaje del Apocalipsis. En todo el suelo se
podía leer en latín la llegada de sus cuatro jinetes y el juicio final que los
esperaba a todos.
Había, además, unas inscripciones numéricas muy extrañas en
las que daban como este día como el de la venida del anticristo. Pensando que
Ryan se había vuelto loco definitivamente y apenado por ello, Brandon salió fuera
y lo encontró tumbado en el suelo gritando a pleno pulmón en un idioma que no
supo identificar.
Se acercó corriendo a él para socorrerlo cuando vio las
llamas.
Londres ardía.
El personal y los
internos huían en la misma dirección, hacia el río.
Si conseguía que
Ryan despertase escaparían por el río. Justo cuando se levantaba de su lado
para recoger sus cosas al edificio, Ryan despertó y en un último atisbo de
lucidez le dijo:
- -
No quiero quemarme, por favor. Fuego no.- Y
comenzó a llorar.
- -
Pero si no hay..- James alzó la vista y
contempló como el humo avanzaba hacia el edificio. El gran incendio que asoló Londres en el año 1666 se había
producido cerca de allí.
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