La otra parte de la historia 1.5

Al día siguiente, cuando Wally llegó a casa bastante despejado aunque no lo aparentaba, Matthew estaba despierto para contarle lo que había soñado. Así que esa noche, el que ni durmió ni lo pasó bien sin dormir fue Matthew. Estaba muy preocupado, pero Wally, más práctico y realista que su amigo, le aconsejó que no pensara.
Aunque esa era también su respuesta para todo: no pensar, a veces hasta no actuar; claro que esta filosofía de vida no había hecho las cosas fáciles para Wally. Él decía que era demasiado viejo y estaba muy cansado para cambiar de forma de pensar, así que en ningún momento se molestó en cambiarla o modificarla.

De esta forma pasaron tres días y llegamos de nuevo al miércoles de la semana siguiente, y por fortuna Matthew dormía de un tirón y sin pesadillas. Aunque Wally le decía que no pensara, éste daba vueltas a la letra "D" que había pintado en la mesa, y de cómo no había recibido más información ni más sueños raros.
"Todo ha terminado, entonces". pensó Matthew. Una época extraña de pesadillas y ya está. Vuelta a la normalidad de su vida en Missouri.
A levantarse, hacer dibujos para los clientes de Wally, seguir dibujando, una vida no fuera de lo común. Así creyó que sería su vida a partir del domingo por la noche, cuando ya no soñó. Se relajó e intentó olvidar a la niña que lloraba. No era nada suyo al fin y al cabo, él no podía consolar a todo aquel que llorase por las noches, ¿por qué habría de hacerlo con ella?
Wally tenía parte de culpa en todo esto porque no era tan profundo (por así decirlo) como Matthew, y no conocía la implicación que podría tener, por ejemplo, una frase a destiempo o una mirada en el momento preciso. Al ser tan desapegado, su vida era más fácil, y así se la hacía a la gente de su alrededor, en este caso a Matthew.
El jueves por la mañana, cuando llegó al estudio pasadas las doce (ahora dormía hasta tarde por la mañana) Matthew ya tenía dibujos por hacer. Se trataba de un retrato de una niña de unos dos o tres años, y su madre quería unas dalias para enmarcarla. Algo corriente, no suponía mucho trabajo para él. En dos horas lo terminó y al finalizar el dibujo dijo:
- Qué guapa estás, Delilah.

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