"Mientras escribo", de Stephen King y ejercicio final

Confieso que Stephen King ya tiene otra fan de por vida (a falta de leer muchísimos de sus libros, poco a poco los voy ampliando). Después de terminar "Misery", el siguiente libro de King que me esperaba no era una novela, era una mezcla de biografía, consejos de escritura y herramientas. Trata la escritura como magia, como un juego y no como un trabajo, aunque necesitas unas bases y una caja de herramientas para escribir algo decente.
No es un libro de consejos, pero sí de cosas que, conforme lees o recuerdas otros libros que has leído, ya pones en duda o criticas. Por ejemplo, los diálogos (hay autores que no saben escribir una conversación real), el uso innecesario de adverbios (una manía que me quiero quitar) , las descripciones que no llevan a ninguna parte, etc.
Porque lo importante es la historia, lo demás son adornos. Si quitando esos adornos, no queda nada en claro, es que no hay historia, no hay novela y no hay libro.
También propone varios ejercicios para practicar (hasta pide que los enviemos) y uno de ellos es este. No lo he revisado porque pide que lo escribamos así, sin pensar. Jane está en la cárcel y su marido Dick y su hija Nell están asustados porque se ha escapado.



"Dick permanece sentado y sin poder levantarse, porque el miedo le ha entumecido los músculos. Cuando oye los pasos de Jane por la escalera, piensa: “Es la única capaz de tener laca para el pelo hasta en la cárcel”.
Debe levantarse, correr, pero no puede…
Dick sabe que es un cobarde, que tiene que pelear de una vez por todas con Jane, y que uno de ellos acabe con el otro. Es la única manera de romper con todo aquello y lo mejor para Nell. Escucha los pasos más cercanos mientras empieza a sudar por todo el cuerpo, dándose cuenta de que ya se ha descalzado para tumbarse en el sofá. Se levanta despacio pensando en coger a Jane por sorpresa y tirarla por la escalera.
Su cerebro saborea esa imagen cuando ya tiene a Jane enfrente de él:
-          Dick, qué… guapo estás.-
Está más delgada, lógico si lleva años en la cárcel, y maquillada como para una fiesta. El pelo está pegado por la laca y el chándal que lleva puesto está lleno de manchas, Dick siente un escalofrío, ya sabe que no podrá empujarla porque sus manos, con sus uñas más largas que nunca, sabe que se agarrarán a su cuello, como tantas veces.
-          Voy a llamar a la policía.- consigue decir.- Te ejecutarán
-          Sí, eso me dijeron cuando entré en prisión, querido. Pero me he portado bien, y ahora vengo a por mi hija.
Cuando terminó la frase, sonó el timbre.
-          ¡Papá! ¡Abre la puerta, me he dejado el regalo de Sarah en la cocina!
Dick bajó corriendo las escaleras sin pensar, mientras Jane lo seguía más despacio. Estaba tan segura de que se saldría con la suya que ni se molestaba en ponerse nerviosa. Por suerte, Nell no estaba sola, la madre de Sarah la acompañaba.
-          No estará en casa, Nell, mañana le das el regalo.
-          Sí está, ya viene.
El cerebro de Dick obligaba a su cuerpo a ir muy rápido, a prever los acontecimientos, a no dejarse intimidar, porque sabía que sólo tendría esa oportunidad para escapar con Nell. Pero Jane y su peste a laca lo seguían de cerca. Sabía que no podría escapar con la niña sin que ella se la llevara por delante, o a él. ¿Y por qué no fingir?
Jane sabía que tenía a Dick aterrorizado, y sabía los movimientos que haría. Para bien o para mal, toda esta situación tendría que acabar hoy, así que Dick tendría que actuar un poco, cosa que no había hecho en su vida porque el pánico siempre había estado presente.
-          Nell, cariño, tu madre ha venido a visitarnos.- dijo Dick intentando que no le temblara la voz. Abrió la puerta.
La niña miró a sus padres asustadas, mientras Deborah, la madre de Sarah, le sujetaba la mano dispuesta a salir corriendo.
Sabía que era arriesgarse demasiado, pero las invitó a pasar mientras iba a la cocina a buscar el regalo de Sarah. Deborah y la niña se quedaron en el umbral, temblando, mientras Jane estaba confusa y fuera de lugar. ¿Qué había hecho el imbécil este ahora? ¿Qué quería? ¿Organizar una merienda?
Dick cogió la muñeca envuelta en papel de regalo de la mesa de la cocina cuando vio el cazo lleno de agua humeante, su taza y una bolsa de té rojo. Hace diez minutos, este iba a ser su momento de desconexión.
Agarró el cazo por el mango llevando el regalo en la otra mano. Acto seguido tiró toda el agua hirviendo sobre la cabeza de Jane, mientras salía corriendo hacia la calle con Nell de la mano. La madre de Sarah iba pisándoles los talones.
Los gritos de Jane se oían desde fuera, y a los pocos segundo salió a la calle con la cara roja, el pelo mojado y aullando. Por suerte, Dick y Nell tenían algo de ventaja, al menos para llegar a casa de Sarah, llamar por teléfono a la policía y que se llevasen a Jane a la horca como mínimo.
Pero la endemoniada de Jane sacó fuerzas y, aún con la cara quemada, salió corriendo calle abajo también. Empujó a la madre de Sarah y la tiró al suelo, ya que esta se interpuso en medio de su camino para que no se acercase a Nell.
Dick no pensaba que meter a una loca peligrosa en una fiesta de cumpleaños infantil era una buena idea. No sabía si había más adultos en la casa, así que tampoco podía dejar a Nell allí. La niña corría más incluso que su padre, con sus ojos muy abiertos e intentando no tropezar. La carrera no duraría eternamente, y ninguno de los tres estaba dispuesto a parar por el momento.
La calle era muy larga y daba a un parque algo descuidado. Si pudiera esconder a la niña en el hueco de algún árbol, o entre unos arbustos, pensaba Dick, entonces podría matarla de una vez por todas.
Pensó en despistarla, pero con una niña de la mano iba a ser complicado. Tardaría menos tiempo aún en dar con ellos. Los crujidos de las hojas bajo sus pies le avisaron que ya estaban en el parque. ¿Es que nadie iba a llamar a la policía? Un coche pasó justo cuando entraban al parque, pero siguió su camino. Dick era solamente un padre que iba corriendo con su hija, no un hombre desesperado que temía por la vida de ambos.
Dick bajó un poco el ritmo mientras miraba la espesura de los árboles. Jane iría (suponía) con las pestañas quemadas por el agua, aparte de su cara, y no debería tener la misma agilidad que ellos.
-          Cariño, escóndete ahí.- señaló unos matorrales que crecían al lado de un árbol enorme. Nell acabaría llena de arañazos, pero no importaba.
La niña obedeció y se escondió. Por suerte, ni oía ni veía a Jane. Ojalá le hubiera dado un infarto, aunque fuera poco probable. Aún así, decidió colocarse cerca de los matorrales por si se le ocurría aparecer.
Empezó a mirar a su alrededor buscando algo que pudiera protegerlos, a pesar de que pensaba esperar unos minutos y si no pasaba nada, huirían atravesando el parque. Entonces la vio, brillante y arrimada a un árbol. Agradeció mentalmente al jardinero descuidado mientras se echaba la pala al hombro. El final ya estaba cerca.
Su torpeza la delató. Jane tropezó con una rama, Dick escuchó una maldición y el crujir de las hojas. Fue automático, no le dejaría ni explicarse. El golpe en la cabeza de Jane sonó como al romperse una vasija de barro. Empezó a sangrar mientras gritando, se agarraba la cabeza, como si su cerebro fuera a salirse por las orejas. La sangre ya empezaba a salir por su boca mientras maldecía a Dick. Este no pensaba dejar el trabajo a medias, y le dio otro palazo en la espalda, haciendo que cayera boca abajo. Nell salió de su escondite y miró la escena horrorizada. Su madre no paraba de repetir su nombre y extender la mano hacia ella. ¿Sería tan cínica como para arrepentirse justo ahora?
Sí. Las súplicas de Jane hicieron acercarse a Nell, que empezó a llorar. La zorra esta todavía conseguiría poner a su hija en su contra. Pero como en la leyenda del escorpión, su verdadera naturaleza salió a flote. Una vez tuvo las manos de su hija entre las suyas, intentó estrangularla. Por suerte, estaba perdiendo sangre y debilitándose, así que su intento de asesinato se quedó en algo ridículo cuando Nell dio una patada al brazo de su madre.
Dick se sintió el mejor padre del mundo cuando terminó el trabajo. Jane ya no se quejó nunca más, y Nell había ido a sentarse a los pies de un árbol sin parar de llorar.
-          Hija. Ya no nos molestará más.
-          Yo quería una madre normal, Dicky.- dijo Nell.
-          Esta madre ha sido una pesadilla para nosotros, cariño. A partir de ahora sí que vamos a estar tú y yo solos.
Entonces Dick escuchó (tarde, como siempre) la ayuda que había deseado minutos antes. Una ambulancia y un coche de policía venían calle abajo con las sirenas a todo volumen.
-          ¡No vayas a la cárcel!- gritó Nell.
Dick pensó, otra vez tarde, en las consecuencias de su acto. Había asesinado a su mujer, sí, pero en defensa propia. ¿O hubiera sido mejor cruzarse de brazos, esperar a la policía y estar llorando ahora la muerte de su hija? No. Jane sólo había sido una puñetera loca que se dedicaba a hacer la vida imposible a su hija y a él.
Dick saldría ganando y viviría con Nell, aunque la niña tuviese que ir a un psicológico para que la ayudara a olvidar gran parte de su infancia.
Por tanto, ¿sólo le harían unas preguntas y volvería esa noche a casa, verdad?"



Comentarios